Vecinos reclaman aumento de inseguridad y fallas en servicios
Silva atribuye las filtraciones de su casa a la falta de mantenimiento del refugio de la Calle El Cristo, Catia
BEATRIZ CRUZ SALAZAR
Nadie les consultó si estaban de acuerdo con vivir al lado de un refugio. Simplemente les tocó, y han tenido que habituarse a la presencia de los damnificados, una estadía que en principio duraría unos meses.
Así lo creyeron los vecinos de la calle El Cristo, de Catia. Tras el deslave de Vargas los galpones de la antigua proveeduría del Instituto Nacional de Nutrición se convirtieron en el hogar de decenas de familias. Doce años han pasado y allí siguen muchos de los damnificados ala espera de un hogar.
A pesar de que pasó más de una década, no fue hasta hace unos meses que los habitantes del pasaje Humboldt dejaron de sufrir por las aguas negras que salían del galpón. "Esto era un río constante, porque esa estructura no estaba preparada para recibir tanta gente", dice Angélica Román.
Aunque esa falla ya fue resuelta, Adela Silva sigue sufriendo por las filtraciones generadas en su casa, ubicada justo al lado del galpón. "Mi familia vive aquí desde 1958, esta casa era el orgullo de mi mamá, y ahora se está cayendo por las filtraciones que vienen de al lado", detalla Silva.
Varias habitaciones de la vivienda han tenido que ser clausuradas y de la pared de la sala ya se han desprendido pedazos. Silva recuerda que mientras funcionaba la proveeduría, se hacía mantenimiento constante de las tuberías, pero desde la llegada de los damnificados se paralizaron esos trabajos. Ahora teme que ella sea una damnificada más.
La llegada de los refugiados al Sambil Candelaria también cambió la vida de los habitantes cercanos. Roberto Rondón vive en Centro Parque Caracas y dice que ya no se atreve a salir con su teléfono en la mano y trata de entrar a su residencia lo más rápido posible.
Rossana Ríos recuerda que Candelaria ya se encontraba bastante golpeada por las invasiones de la Torre de David, Viasa y la Funeraria Virgen del Valle. "Ahora estamos peor, ahora hay un reguero de aguas negras, supongo que salen de allí porque ese no era un edificio como para que viviera gente", dice esta vecina.
Lo que a Ríos también le sorprende es que el gobierno expropió el centro comercial con la excusa del caos vial que se iba a generar en los alrededores. "Ahora se la pasan unos camiones allí estacionados, de distintas dimensiones y eso además tiene todas las calles llenas de huecos", reclama.
En Chacao tampoco se salvaron de la situación. Miguel Mijares, quien trabaja en un local cercano al refugio del Ministerio de Transporte Terrestre, cuenta que con la llegada de los damnificados cambió la tranquilidad que solían tener en el sector.
"Yo no creo que sean malas personas, sino que tienen malas costumbres. Yo también vengo de un barrio y sé como son las cosas, se ve la que gente sale a la calle a fumar, a tomar, como si estuvieran en su casa, también se han visto peleas", dice el joven.
Gustavo Ortíz, habitante del sector, recuerda que en un principio hubo inquietud entre los vecinos, pero los funcionarios de seguridad del ministerio han logrado controlar y organizar la situación.
Donde no han tenido la misma suerte ha sido en las cercanías de la Torre Pomarrosa, en el bulevar de Catia. Los vecinos cuentan que los refugiados dejan la basura en la puerta del edificio, teniendo un basurero a media cuadra.
"Desde arriba lanzan basura y le cae a la gente que va caminando por el bulevar. Es un problema de educación, de gente que no sabe vivir en comunidad", dice uno de los trabajadores de un restaurante.
El universal
06-02-2012
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