Locura total en el mercado inmobiliario de Venezuela. El salario mínimo alcanza para una lata de atún, los inquilinos no se pueden echar aunque no paguen el alquiler, para pagar un café se debe llevar un “taco” de billetes, así empieza "Idealista" a describir la locura ante la crisis económica en Venezuela, enfocándose en la “pesadilla” que supone un mercado inmobiliario en tan absurdas condiciones.
Sin embargo, escriben que invertir en viviendas de lujo en Venezuela es un “buen negocio” y una opción para aquellos inversores de multinacionales que no pueden repatriar sus beneficios obtenidos en el país.
A continuación la nota completa publicada por el medio:
Imaginen un país donde el salario mínimo solo alcanza para comprar una lata de atún. Imaginen un país donde hay que comprar una casa en dólares. Imaginen un país donde no se puede echar a los inquilinos que no pagan el alquiler. Imaginen un país donde pagar un café supone llevar un taco de billetes que casi no caben en el bolsillo. Ese país se llama Venezuela.
Este país caribeño se ha convertido en un caso de estudio de todas las facultades de economía del mundo porque se han puesto en marcha experimentos sociales que han comprobado las teorías de muchos economistas.
Con la inflación más alta del planeta, el mercado inmobiliario es una verdadera pesadilla. Como el bolívar es la moneda más devaluada del mundo, los propietarios tratan de cerrar sus operaciones en una moneda estable: el dólar. Se compran casas en dólares, pero como eso está prohibido por el Estado, las operaciones se realizan a través de instituciones fuera del país, figurando la cantidad en bolívares en el contrato oficial.
En los cinco últimos años, la propiedad de una vivienda en Caracas se ha ido devaluando en dólares de modo que ahora vale un 30% de lo que valía entonces. Eso sucede porque, a medida que los venezolanos han ido abandonando el país, la oferta de casas y pisos ha aumentado. Acuciados por la desesperación, muchos venezolanos las alquilan o las venden en dólares por un importe mucho menor al que realmente valen, con el miedo perenne a que un día el Estado incluso decrete su expropiación, como ha hecho con centenares de empresas privadas y sus propiedades.
Pero gracias a eso mismo, invertir ahora en viviendas de lujo en Venezuela se presenta como un buen negocio, según informaba el diario El Nacional. En el distrito de Chacao, llamado también el Manhattan de Caracas, los inmuebles de lujo se han convertido en el objetivo de los inversores. Por un lado, inversores procedentes de multinacionales que no pueden repatriar sus beneficios de Venezuela a sus países ponen aquí sus beneficios. Por otro, son los propios venezolanos dispuestos a blindar sus ahorros.
“Los compradores buscan proteger su dinero en moneda local en bienes raíces y no perder con las devaluaciones de la moneda”, explicaba a BBC Mundo, Francisco Mendoza, director de la filial de Venezuela de CBRE, gigante inmobiliario de Estados Unidos, citado por El Nacional. “Es una gran oportunidad para quien cree que el mercado se va a recuperar”, aseguraba Alí Venturini, director de una oficina inmobiliaria, según recogía el rotativo.
Los créditos hipotecarios son el dolor de cabeza de los bancos. Los contratos se tienen que actualizar permanentemente “para la determinación de la tasa de interés del crédito en función del ingreso integral total familiar mensual”, dice la web de Banesco. El banco no publica el tipo de interés porque sería un suicidio. Ni siquiera el Banco Central de Venezuela publica la inflación o las tasas de intervención.
Como la moneda se devalúa tan rápidamente, los precios de los alquileres en bolívares deben actualizarse permanentemente. Solo en abril el precio medio de los alquileres subió un 100%, según informó el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros.
Lo peor de todo es arrastrar el problema del inquilino moroso. Desde que llegó Hugo Chávez, y ahora con Nicolás Maduro, echar a un inquilino moroso es prácticamente imposible. El canal de televisión Antena 3 e idealista hicieron un reportaje sobre un español llamado Valeriano Cavada que llegó hace muchos años, y que invirtió el resultado de su trabajo en un edificio. Debido a la ley antidesahucio, y al tener inquilinos morosos, el mismo propietario vive arruinado y sin recursos junto a su edificio.
Sobre el tipo de cambio, la errática política del gobierno ha hecho que existan varias tasas cambiarias. La oficial es 10 bolívares por dólar para importar bienes básicos. Luego, hay cambios especiales para empresas y para personas.
En enero de 2018, el Gobierno decretó que para las empresas fuera de 3.345 bolívares por dólar, y para las personas, de 11.310 bolívares, lo cual ha ido fluctuando. Muchos ciudadanos (especialmente del aparato del gobierno con acceso a dólares), aprovechan sus influencias para comprar a precios bajos, y luego, cambiarlo en los mercados negros.
El Gobierno prohibió por decreto a la prensa hablar del dólar paralelo, en un ingenuo intento de que, al no mencionar la bicha, la bicha deja de existir. Incluso ha intentado cerrar los portales digitales que informan del precio del dólar, lo cual ha generado la picaresca de no llamarlo dólar sino lechuga.
La política de los precios fijos también ha sido una plaga bíblica para el país. El poder chavista decretó hace años que algunos productos básicos deben disfrutar de precios fijos en los mercados populares: café, maíz en polvo, azúcar… En teoría, era una medida destinada a proteger a las clases más humildes.
Pero sucedió todo lo contrario: la gente compraba productos en los supermercados populares y luego los revendía en el mercado negro a un mayor precio. Surgió de pronto un grupo de acaparadores –los bachaqueros (por bachaco, que es una hormiga grande)– que contribuyeron a la escasez de los productos básicos pues iban pronto a los supermercados, los compraban en grupo y vaciaban las estanterías.
Al final, esos productos solo se pueden comprar en el mercado negro y sus clientes son las clases pudientes. Pero no los humildes, que se tienen que conformar con dar lo único que tienen: tiempo. Tiempo para hacer cola durante horas hasta que entran en un supermercado a comprar lo que quede. El problema es que sin producción nacional, sin divisas y sin crédito internacional, Venezuela no tiene fondos para pagar las importaciones de bienes básicos.
Al sufrir una inflación estimada del 17.000% solo para este año (según el FMI), la economía sufre unos estragos difíciles de describir. Por ejemplo, no vale la pena ahorrar. El ahorro está castigado porque cada bolívar que se mantenga en una cuenta corriente, perderá su valor en pocos días.
Banesco, el mayor banco del país, ofrece en sus cuentas de ahorro un tipo de interés entre el 12 y el 16%, una miseria que se come una inflación anual del 17.000%.
El salario mínimo se ha incrementado por decreto 44 veces desde que los chavistas llegaron al poder en 1998. Hoy es de un millón de bolívares al mes, lo cual no da para comprar la cesta básica de comida que está valorada en 138 millones de bolívares al mes. Las neveras venezolanas están vacías, y la alimentación se ha reducido a productos sin calorías ni grasas.
El diario El Nacional publicó el pasado 1 de mayo la lista de cosas que se podían comprar con el nuevo salario mínimo mensual de 1 millón de bolívares:
1 lata de atún de 140 gramos: 1,1 millones de bolívares
1 kilo de pollo con hueso y piel: 1,37 millones
1 kilo de queso en lonchas: 2,8 millones
1 kilo de patatas: 679.995 bolívares
2 rollos de papel higiénico: 688.000 bolívares
12 huevos: 526.000 bolívares
El precio de una taza de café, por ejemplo, se duplica cada mes. En diciembre era de 20.000 bolívares y en enero de 45.000 bolívares. La web nuevaprensa informaba que a mediados de mayo, un café en una cafetería costaba ya 250.000 bolívares, la cuarta parte del salario mínimo. Y añadía lacónicamente: “Esto ha generado que los ciudadanos dejen de lado la acostumbrada taza de café”. La situación es tan crítica, informaba el portal, que hasta las funerarias han dejado de servir café a los deudos. Es un bien de lujo en un país que producía su grano de café, hasta que la industria fue nacionalizada.
A todo ello, se suma la arbitraria política económica populista del Gobierno. En enero pasado, decretó repentinamente que 26 cadenas privadas de supermercados bajaran los precios de los productos. La gente se arremolinó en los supermercados, y empezó a comprar productos. Pero al llegar a la caja, no se sabía cuáles había sido rebajados, con lo cual tuvieron que dejar parte de la compra en las estanterías.
Todo ello, se ha logrado en 18 años de chavismo. Nacionalización de empresas, estatalización de sectores productivos, persecución de empresarios, encarcelamiento de banqueros, anulación de la oposición, aplicación de políticas económicas erráticas…
Por eso, el país de Nicolás Maduro, cumple con la paradoja de ser uno de los más ricos del mundo en recursos naturales (desde petróleo, hasta oro o metales), pero uno de los más pobres debido a una política económica ruinosa.
Noticias al dia y a la hora
29-05-2018
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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