sábado, 5 de mayo de 2012

Mérida, ciudad triste

RICARDO GIL OTAIZA
Posee la ciudad de Mérida un encanto que va más allá de su propia fisonomía urbanística. El atractivo de esta ciudad nace de un no sé qué, que hace de ella centro para la reflexión y la cultura. Su atmósfera es propicia para la creación literaria, para llevar las ideas hasta niveles de excelsitud. Cuando leemos sobre su historia no nos extraña que desde hace muchos años (siglos, para ser exactos) en estos predios se han agolpado numerosos personajes que la han caracterizado para hacer de sus exquisitos espacios una cantera inagotable de posibilidades estéticas.

Escritores, profesores, poetas, filósofos, escultores, pintores, músicos, profesionales, investigadores, intelectuales y artesanos han conformado con el pueblo llano una extraordinaria amalgama, que le insufla a esta ciudad una tesitura muy particular, un aire liviano, una luz especial. Nobles figuras como la de Fray Juan Ramos de Lora, Rafael Lasso de la Vega, Antonio Ignacio Rodríguez Picón, Buenaventura Arias, Juan de Dios Picón González, Eloy Paredes, Caracciolo Parra y Olmedo, Julio César Salas, Golfredo Masini, Eduardo Picón Lares, Raúl Chuecos Picón, Caracciolo Parra Pérez, Roberto Picón Lares, Emilio Menotti Spósito Díaz, Antonio Spinetti Dini, José Humberto (Cardenal) Quintero, Mariano Picón-Salas, Tulio Febres Cordero, Diego Carbonell, Gonzalo Picón Febres, Eloi Chalbaud Cardona, y Carlos Chalbaud Zerpa, entre muchos otros, constituyen un amplio espectro de lo que en disímiles campos del conocimiento y de la creación ha sido nuestra entidad un extraordinario punto de referencia, que la ha proyectado dentro del país y más allá de sus fronteras.

No obstante el maltrato que Mérida ha recibido a lo largo del tiempo por parte de sus gobernantes, que sólo han visto en ella un peldaño para asirse del poder, su nobleza sobrepasa con creces la mediocridad de sus líderes, para erigirse en polo universitario y cultural del continente. Mérida ha sido visitada y admirada por múltiples personajes, quienes han sabido plasmar en sus memorias constancia de ello, y sus pasos en la pequeña urbe es muestra fehaciente de su atractivo e importancia. Figuras como Agustín Codazzi, Simón Bolívar, Daniel Florencio O´Leary, Antón Goering, Wilhelm Sievers, Alfredo Jahn, Umberto Eco, Fernando Savater, Gabriel García Márquez, Juan Pablo II, Camilo José Cela, y Enrique Vila-Matas, entre otras, son muestra inequívoca de la belleza de su paisaje y de su pasión por la espiritualidad, por la universalidad del pensamiento y el cultivo de las letras.

A pesar de la suciedad de sus calles, del deterioro ambiental, de la inseguridad que ha tomado por asalto su reconocida mansedumbre, de las casonas abandonadas a punto de irse al suelo, del caos vehicular (en particular de la legión de motociclistas que la han invadido), de la explosión demográfica, de las fuertes corrientes migratorias del campo a la ciudad (que han ampliado sus cordones de miseria), de sus ingentes mendigos y niños de la calle, de sus pésimos servicios públicos, de sus aceras estrechas, de la oscuridad reinante en calles y avenidas, de la insalubridad reinante, de sus puestos de comida callejeros, de su fragilidad ecológica, de su marginación por parte del poder central y de su ingobernabilidad: Mérida se levanta por encima de tanta estupidez, de tanta ineficacia y medianía, para decirle a propios y extraños que no sucumbirá a la tristeza, que su hidalguía y señorío son superiores a todo esto, y que esperará mejores tiempos para así renacer de las cenizas.

rigilo99@hotmail.com

El Universal
04-05-2012

Recopilado por:
Lic. Henry Medina
Asesor Inmobiliario, de Seguros e Inversiones
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