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La reforma a la Ley de Arrendamientos que actualmente se discute en la Asamblea Nacional representa un peligro para el futuro económico de nuestro país porque llevaría al estancamiento de otro sector productivo más; para el beneficio exclusivo y unilateral de quienes ocupan viviendas en este momento, gracias a contratos de alquiler. No será de utilidad a los centenares de miles de personas que requieren de un techo porque, de esta manera, este arbolito se secará.
Algo similar ha ocurrido con las leyes laborales nuestras y podría ser aún peor con las que algunos sectores piden que se aprueben. ¿Qué hemos logrado? Pues un aumento enorme en la precariedad del empleo en Venezuela ya que quienes ahora generan posiciones de trabajo lo hacen en su gran mayoría desde la economía informal.
La misma que se ha encargado del mercado del alojamiento en nuestras zonas populares y, allí también, de la compra y venta de alimentos. Un fenómeno humano que responde de esa manera dura a la escasez; que no es obra suya, sino de políticas públicas equivocadas basadas en conceptos que son, al menos, cuestionables.
En efecto, muchas de nuestras leyes parecen de una de naturaleza típicamente proudhoniana (Proudhon: "la propiedad es el robo"), según la cual lo que sea que se agregue al costo de un producto que no sea la remuneración del trabajo de quien lo produce, representa una exacción al comprador que es, por lo tanto, inmoral.
El hecho de que casi por definición el propietario de una vivienda de alquiler posee al menos otra donde vive, tipificaría la condición indeseable de alguien que es dueño de más de lo que necesita para vivir y que por lo tanto explota a otra persona; en este caso al inquilino; a menos que le cobre sólo lo que según la ley "cuesta" ese arrendamiento.
Concepción extremadamente afín a la que subyace en la Ley de Precios y Costos Justos: las tesis de Proudhon incluían también al mutualismo, que preconizaba que la propiedad de los medios de producción podía ser individual o colectiva siempre que el intercambio de bienes y servicios representara montos equivalentes de trabajo.
Sería deseable un amplio debate y una corrección del rumbo que genere más riqueza para todos. No más pobreza. La riqueza no consiste en una acumulación finita de bienes que hay que repartir. Es la capacidad colectiva de generarla, de forma sostenible, para beneficio de todos. Estamos a tiempo.
Tal Cual
14-08-2011
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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