miércoles, 23 de mayo de 2012

La tranquilidad regresa poco a poco a El Paraíso

Samuel Ostos regresó ayer al trabajo, después de dos semanas de improductividad.

El negocio de fotocopias que atiende desde hace siete años colinda con la Casa de Reeducación Artesanal de El Paraíso ­que se conoce como La Planta y que fue desalojada el fin de semana­. Cuando el conflicto en el penal recrudeció, Ostos dejó de ir al local. Está acostumbrado al sonido de los disparos, pero no quiso arriesgarse: "Ni me asomé por aquí; primero está mi vida".

Después de esos días angustiosos, El Paraíso vuelve poco a poco a la normalidad. Ostos estaba ayer en la puerta del negocio y esperaba recuperarse económicamente. Los autobuses circulaban sin contratiempos por la zona, que recientemente fue escenario de enfrentamientos armados. En la mañana, el tránsito por la avenida José Antonio Páez, en sentido hacia La Planta, era liviano ­a lo que quizás contribuyó el lunes bancario­.

En los alrededores del penal clausurado cuadrillas de obreros barrían y pintaban de amarillo los bordes de la acera. "No lo encontramos sucio porque hubo gente que limpió de noche", dijo uno de los trabajadores.

En la plaza Madariaga también había tranquilidad. Algunas personas hacían ejercicios en el gimnasio al aire libre y estudiantes de bachillerato jugaban cartas en la grama.

Manuel Uzcátegui, que atiende una venta de masa para cachapas en uno de los extremos de la plaza, dijo que se sentía tranquilo. El jueves, durante el tiroteo, se quedó allí porque no podía dejar la mercancía sola.

Recordó que los familiares de los presos se resguardaron por esa zona.

A Gladys Romero, dueña de un kiosco localizado frente a la plaza Madariaga y habitante de un edificio cercano, la clausura de La Planta le trajo sosiego. "El único beneficio de todo lo que pasó fue que cerraron ese antro. Ahora hay que bendecir ese lugar porque mataron a mucha gente. Cuando paso por ahí, me erizo", dijo. El conflicto ha sido el más fuerte que ha experimentado en los 50 años que tiene en la zona, señaló.

Regreso a clases. En el colegio Santa Ana ­que se encuentra, aproximadamente, a dos cuadras de La Planta­ ayer había movimiento de estudiantes.

Las clases estuvieron suspendidas por 3 semanas. La hermana María Eugenia Noreña, directora de la institución, indicó que ayer asistieron la mitad de las 520 alumnas.

"Algunas familias que viven cerca tuvieron que viajar por la contingencia y aún no han regresado. Ahora estamos más tranquilas, pero la confianza no se recupera de un día para otro. Eso depende de cada padre", explicó Noreña.

En una pared cercana a la cancha hay una mancha negra, evidencia de la bomba lacrimógena que impactó en el lugar el jueves pasado. Noreña guarda en una bolsa plástica los restos de ocho bombas que cayeron en el plantel; una más se la llevó una maestra. También tiene dos conchas de balas que consiguieron en el techo.

Durante los días del conflicto no había alumnos en el plantel, pero los docentes sí vivieron el desastre. "El jueves nos refugiamos en la sala de computación.

En lo que cesó el tiroteo, la gente salía poco a poco. Gracias a Dios terminó la pesadilla", dijo Noreña.

En el colegio San José de Tarbes, cerca de la plaza Madariaga, también suspendieron las clases, pero sólo dos viernes.

Beatriz Rodríguez, subdirectora de la institución, dijo que reanudaron las actividades ayer sin inconvenientes.

Aunque el Instituto Pedagógico de Caracas queda un poco más lejos de La Planta, también allí se sintió el miedo. Paola Palacios, estudiante de Química, dijo que escuchó las detonaciones en un salón del noveno piso. Después del desalojo de los reclusos, siente más tranquilidad, pero aún le queda un poco de temor. Lo mismo le sucede a Raymar Ramírez, su compañera de clases.

Ayer la gente se movía con normalidad por los pasillos.

El Nacional
22-05-2012

Recopilado por:
Lic. Henry Medina
Asesor Inmobiliario, de Seguros e Inversiones
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