miércoles, 6 de marzo de 2013
Los barrios. Problema humano
Los barrios de ranchos se deben primordialmente a la falta de políticas de desarrollo y de empleo
ARMANDO SCANNONE
Caracas podría ser una bella y amable ciudad. Lo fue. Tiene condiciones para serlo. Hoy es una aglomeración urbana, compuesta de dos ciudades diferentes: la primera, asentada en el valle, donde se vive con relativo confort y mediana calidad de vida. Es asiento de la actividad económica de buena parte del país. Sus habitantes no visitan la segunda. No tienen para qué. En la segunda, adosada a los cerros, imperan la pobreza y la pobreza extrema. Allí no hay empleos. Sus habitantes, de baja escala económica, trabajan en la primera y "habitan" en la segunda. No hay comunicación real entre ellas: la vialidad vehicular es reducidísima y solo para rústicos, la peatonal es por larguísimas escalinatas y veredas angostísimas. El hacinamiento, interior y exterior de las viviendas -ranchos-, es extremo. Quizás, sea esa la razón por la que, en ella, solo pocos puedan desarrollar plena dignidad personal y autoestima y, como consecuencia, los valores personales y ciudadanos. No por las diferencias entre las personas, de una y otra parte, pues todos somos iguales al nacer, pero allí no están dadas las condiciones para que cada uno desarrolle esos valores. En las condiciones precarias del rancho donde viven y del entorno, no tienen las oportunidades para desarrollar su potencial humano. En los cerros se desarrolla la ciudad marginal. Allí no hay ley, impera la voluntad de los más fuertes, que se agrupan en bandas para delinquir, preferiblemente en el valle, y se cobijan en el barrio. Los jóvenes tienen que delinquir, para hacer mérito y ser aceptados en una banda. Tampoco en el barrio hay seguridad. Esos problemas se desbordan hacia la ciudad en el valle, y ésta sufre entonces, en otra escala, los mismos problemas, con el agravante de que también se va depauperando, y con ello toda la ciudad. Caracas, toda la ciudad, está enferma.
El Estado tiene que ocuparse del problema en forma global. Primeramente de los barrios. Está obligado a procurar que todos los ciudadanos tengan las mismas condiciones al nacer; y que también todos, tengan la oportunidad de alcanzar plena dignidad personal. Y a partir de allí las oportunidades para el desarrollo del potencial humano de cada uno, sin el agobio de la pobreza. No se trata de compasión del Estado; lo que no cabe en la administración pública, tampoco de parte de los ciudadanos que han tenido mejor suerte. No se nace para ser un desheredado. El Estado no debe permitir que eso suceda. Tampoco los que hemos tenido mejor suerte. Es preciso para todos, aunque aparentemente no nos toque directamente, salvo quizás mayores impuestos y quizás incomodidades, pero sí, el lograr una mejor ciudad para disfrute de todos, un mejor país, con ciudadanos integrales, con plena dignidad personal, valores humanos, familiares y ciudadanos; con deberes y derechos. Se precisa de parte de todos, afecto, solidaridad y paciencia, pues eso no se logra en pocos días, hablo de 50 a 100 años.
Vivienda digna
El Estado debe promover y llevar a cabo un programa para que cada ciudadano tenga una vivienda digna en un entorno agradable, seguro, saludable. No se trata de regalar viviendas; deben ser adquiridas con título pleno de propiedad. De detalles me ocuparé mas adelante. La propiedad asegura la igualdad, la seguridad y finalmente, la libertad. La Declaración de los Derechos Humanos de la Revolución Francesa, estableció: Libertad, Igualdad, Propiedad, Fraternidad. La Constitución de la Gran Colombia: Libertad, Seguridad, Propiedad, Igualdad. Hoy se subestima la importancia social de la propiedad.
Falta de políticas
Los barrios de ranchos se deben primordialmente a la falta de políticas de desarrollo y de empleo en la provincia, que promueve la migración de los "hombres de campo", no propiamente campesinos en su concepto real, que aman el pedazo de tierra que poseen y que les permite parte de su sustento y el de su familia. Él ocupa un pedazo de tierra donde fabrica su rancho. Se ilusiona con que tendrá un mejor futuro para él y su familia en la ciudad. No piensa que al "mudarse" se convertirá en un desubicado. Donde va, ocupa un pedazo de tierra y fabrica su rancho, su vivienda. Sabe hacerlo. Siempre vivió así. Cree que no cometerá falta. Que el Gobierno no objetará que disponga de un pedacito de la tierra donde nació. Cree que es un derecho porque el Gobierno no lo ha atendido para salir de la pobreza. Quizás tenga razón, porque no se nace para ser desvalido toda la vida, ni se gobierna para hacerlos. Él ha invertido dinero y esfuerzo. Es todo lo que tiene y que tiene valor de mercado.
Una vez en el barrio, el hacinamiento al que no está acostumbrado, la desubicación, la frustración y la extrema pobreza, contribuyen a su pobreza espiritual, de la que se siente prisionero y muchas veces con rabia. Terreno fértil para rebelarse, si no ha tenido la posibilidad de desarrollar plena dignidad personal y autoestima.
Llegado a este punto, me atreveré a plantear una solución radical posible. Lo haré en un próximo artículo a partir de afecto, solidaridad, desprendimiento y paciencia.
ascannone@gmail.com
El Universal
05-03-2013
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
Administrador del Grupo Yahoo Corredor_Inmobiliario
Asesor Inmobiliario, de Seguros e Inversiones
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