ALFREDO TORO HARDY
En estos últimos años, como han señalado analistas como Daniel Yergin o Gregory Zuckerman, se ha producido un torbellino de cambios globales en materia energética. Los mismos han echado por tierra paradigmas y certidumbres. Hace cinco años Estados Unidos parecía enfrentar el declive inevitable de su era petrolera. Desde entonces su producción ha aumentado en 56% y sus importaciones se han reducido en 40%. Tres años atrás el mundo se adentraba en un renacimiento de la energía nuclear. Hoy, luego de Fukushima, la energía nuclear retrocede en casi todos los frentes. Hace cuatro años la energía solar lucía como una apuesta incierta dados sus exorbitantes costos. Tras la sobrecapacidad a la que condujo la construcción de paneles solares en China, el precio de esta energía se redujo en 60%. Cinco años atrás Estados Unidos era el mayor importador mundial de gas licuado natural con gastos anuales en este campo de 100 mil millones de dólares. En la actualidad, y gracias al gas de esquisto, Estados Unidos es el mayor productor mundial de gas natural y se apresta a convertirse en uno de los principales exportadores globales de gas. Y así sucesivamente.
Tomemos como ejemplo el caso del petróleo en Estados Unidos. De acuerdo a las proyecciones del año 2004 de su Departamento de Energía, para 2025 ese país debía estar importando el 70% de sus requerimientos de petróleo. Para 2013, sin embargo, Estados Unidos había logrado aumentar su producción en 5 millones de barriles diarios en relación a 2005 y se estima que para 2020 esté extrayendo 11 millones de barriles al día. En otras palabras dicha nación no tendrá necesidad de importar petróleo o, en cualquier caso, sólo lo hará de sus vecinos Canadá y México.
Los cambios anteriores representan retos gigantescos para un país como Venezuela cuya economía gira en torno al petróleo. Sin embargo a las transformaciones energéticas globales se unen a la vez las políticas y las económicas. La configuración de factores anteriores plantea un cuadro inmensamente complejo para nuestro país. En términos generales nos vemos afectados por la pérdida paulatina pero inexorable de nuestro principal mercado de exportación, Estados Unidos. A la inversa hemos ganado mercados y volúmenes de exportación que hace algunos años lucían impensables. Actualmente exportamos 600 mil barriles diarios a China, que para 2015 llegarán al millón, así como 400 mil barriles al día a India. También hemos accedido a mercados como el japonés y el vietnamita. Este posicionamiento resulta clave pues la trilogía China-India-ASEAN se plantea como la de mayor crecimiento mundial de demanda. Según algunos analistas domésticos estos nuevos mercados resultan vulnerables y el ahora previsible retorno de Irán a sus antiguos volúmenes de exportación podría afectar lo alcanzado. Ello implica desconocer que la seguridad de aprovisionamiento energético de dichos mercados les impone diversificar sus fuentes y no depender de la más inestable de las regiones del planeta: el Medio Oriente.
El reto planteado nos impone acelerar el incremento de producción y posicionarnos lo antes posible en respuesta a las oportunidades emergentes.
altohar@gamil.com
El Universal
05-12-2013
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