El crecimiento a base de urbanizaciones continuará y aunque se diseñan casi con el único propósito de "sacar el permiso", es posible tratar de "hacer ciudad" si por tal se entiende plantear estructuras claras y ubicar los equipamientos formando nodos atractivos que sean sitios con personalidad.
VICTOR ARTÍS
Las culturas urbanas han creado espacios públicos donde intercambiar presencias. A las Leyes de Indias debemos plazas en ciudades y pueblos, nacidas como mercados principales y devenidas en lugares recreativos u oportunidades para glorificar héroes o gobernantes. Los tiempos traen cambios y hoy es creciente la demanda de áreas deportivas, reservas naturales, valores patrimoniales y otros. Es un culto al espacio público donde lo nacido como espontáneo y utilitario, ahora es obligatorio, sujeto de normas que precisan tipo y cantidad de actividades. Estamos escasos en espacios abiertos si nos comparamos con países que gozan de buen tiempo solo cuatro meses al año y tratar de igualarlos podría ser exagerado, pero como meta es válido porque nuestras ciudades no paran de crecer y densificarse.
Lo que puede parecer demasiado hoy, quizás sea justo mañana.
Congestionados son el Parque del Este y la Plaza Bolívar de El Hatillo, dos espacios públicos agradables y accesibles de Caracas pero en otros escasean actividades y usuarios. Están casi desiertos, confinados dentro de urbanizaciones donde para tener sensación de seguridad, se permite el acceso solo a los residentes. Como los frecuentan solo vecinos inmediatos, el resultado es cuido ínfimo, aburrimiento y temor.
Animar los parques escondidos tras garitas es una responsabilidad que deberían asumir las Asociaciones de Vecinos, u hoy Juntas Comunales, y no las autoridades municipales para evitar caer en homogeneidad. El abanico es muy amplio: ferias, verbenas, eventos benéficos, deportes, competencias escolares, musicales o artísticas en general y cualquier actividad que teja relaciones entre los vecinos y con residentes de otros sectores. Si cada urbanización tuviera un carácter o un atractivo peculiar, la ciudad sería interesante y amena, pero habría que mitigar la tendencia que lleva a procurar seguridad formando feudos semiblindados y a refugiarse en clubes y centros comerciales, templos de esta época.
El crecimiento a base de urbanizaciones continuará y aunque se diseñan casi con el único propósito de "sacar el permiso", es posible tratar de "hacer ciudad" si por tal se entiende plantear estructuras claras y ubicar los equipamientos formando nodos atractivos que sean sitios con personalidad. Esto no ocurre en El Cafetal, ni en Fuerte Tiuna, ni en otros desarrollos de la Gran Misión Vivienda, tampoco en el 23 de Enero ni en Lecherías (Anzoátegui). Pero si hay sensación de sitio en El Silencio y también en Santa Rosa de Lima, donde las viviendas enmarcan la confluencia de los asistentes al parque, al comercio, a las oficinas y al colegio. Allí hay un dinámico intercambio que podría ser confortable si los edificios no fueran tan alérgicos a las aceras. Diferentes son Cumbres de Curumo y Los Naranjos que se perciben como sitios de paso, carecen de "foco", de sitios de llegada. Sus espacios públicos no tienen vitalidad, solo satisfacen normas.
Hacer ciudad ese tarea de las autoridades municipales porque representan al interés colectivo y al efecto nada les impide promulgar y aplicar disposiciones propias en procura de carácter, local o general. Esto puede conducir a orientar los diseños de las urbanizaciones, aspecto delicado por tocar los celos profesionales, pero necesario para implantar disposiciones de interés común.
vartisg@gmail.com
El Universal
19-03-2016
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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