Vecinos piden que la armonía vuelva a la parroquia.
En el día de la virgen morena, los que viven y trabajan en ella insisten en que caminar por sus calles oscuras, pasadas las 9 de la noche, atravesar la plaza o quedarse a conversar en uno de sus bancos al caer la noche, "ya no es lo mismo de antes. Pero esta zona sigue teniendo su encanto".
DELIA MENESES
Candelaria urbana y convulsionada, maltratada y amada. La comunidad celebra hoy el día de "la morenita", la virgen que le da nombre a la parroquia, con la aspiración de que la zona retome su belleza y amabilidad de antaño.
Hoy, muchos de sus vecinos tienen la sensación de que al sector le cayeron las siete plagas. Otros insisten en caminar por sus calles oscuras pasadas las 9 de la noche, atravesar la plaza o quedarse a conversar en uno de sus bancos al caer la noche. "Ya no es lo mismo de antes, pero esta zona sigue teniendo su encanto", comenta Manuel Fernández, dueño de una tienda de ropa.
El comerciante español ha visto a la mayoría de su clientela de la comunidad portuguesa marcharse de la parroquia para irse del país. También a sus paisanos, que siente, ya no son mayoría en Candelaria.
A Gilberto González, dueño de una frutería, le seduce el arraigo y el sentido de pertenencia de la comunidad que, en varias oportunidades, se ha puesto de acuerdo para financiar la reparación de la iglesia.
Desde que los canarios se asentaron en la zona, en el siglo XVII, Candelaria se convirtió en una ventana para apreciar los sabores de la gastronomía española a través de decenas de restaurantes y tascas, que mantienen su sabor pero cuya actividad se acaba mucho más temprano que antes.
A las 9 de la noche las tascas y restaurantes comienzan a cerrar las santamarías, cuando antes lo hacían a la medianoche. A las 10 pm ya no hay vida. Los comercios ponen reflectores con el pretexto de iluminar su fachada y su anuncio por la misma ausencia de alumbrado público.
Piense en alguna esquina de Candelaria y seguramente esta será zona oscura.
Félix Scarpatti se ha cansado de denunciar al número de la Electricidad de Caracas un poste dañado hace más de un año que se encuentra frente a su edificio, entre las esquinas Teatro Caracas y Luis Razetti.
De los ocho que hay en las aceras del refugio Sambil Candelaria la mitad están averiados. En la calle Sur 19, la que va hacia Bellas Artes, hay cuatro luminarias quemadas.
El descuido se nota en las jardineras, en el aumento de buhoneros y de mototaxistas. Y en la indigencia que cada vez toma más espacios de las calles de la parroquia, las mismas donde aún se pueden apreciar restos de los rieles del tranvía eléctrico que una vez cruzó el área. Tascas, fruterías, zapaterías, tiendas de electrodomésticos, sedes ministeriales y edificios residenciales conviven con más de 26 edificios invadidos, según los cálculos de la asamblea de ciudadanos de la parroquia Candelaria.
El edificio de Confinanzas es un barrio vertical enclavado en la parroquia y el Sambil va por el mismo camino. La pesada atmósfera de las invasiones se ha infiltrado de tal manera en la cotidianidad de la parroquia que sus residentes ya se refieren a cada toma ilegal como algo normal.
Pero esto no altera la sensación de temor ni los signos evidentes de que su calidad de vida se ha deteriorado: entre ellos la inseguridad, la suciedad en las calles, el caos en el tránsito. La convivencia de la zona también se ha alterado por las fiestas callejeras que se instalan en las calles y aceras a partir del jueves en la noche: personas ingiriendo licor en el espacio público. Según los vecinos estos bares callejeros son focos de agresiones y delitos.
El Universal
02-02-2012
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