Cuando Hugo Chávez ordenó a finales del 2008 al gobierno a hacerse cargo de un centro comercial recién terminado en el centro de Caracas, dijo a una multitud que lo aclamaba que el lugar se usaría mejor como un hospital, una escuela o una universidad.
“¡No, no y no!” dijo el mandatario del lujoso centro comercial Sambil que se iba a abrir en el vecindario La Candelaria en Caracas.
Antes de que se vendiera un solo producto, el centro comercial se convirtió en uno de los más de 1,000 negocios y propiedades que Chávez expropió durante sus 14 años como presidente.
Cuatro y medio años después, el centro comercial que nunca lo fue ocupa toda una cuadra de la ciudad. Está acordonado para el público la mayoría del año. Desde su confiscación, el estacionamiento ha servido como un refugio improvisado para los venezolanos que han perdido sus hogares por las inundaciones. Diseñado para dar un impulso a un vecindario en decadencia, sus fachadas de ladrillos y granito están cubiertas por un mosaico de murales llenos de grafitos y consignas de campaña.
Compárese con el centro comercial hermano de $200 millones en la República Dominicana —construido por el mismo promotor inmobiliario, Sambil.
Cuando se abrió a comienzos de este año en una concurrida carretera en Santo Domingo, el presidente Danilo Medina cortó la cinta. Con un acuario interno de 16,000 pies cuadrados, una tienda de abarrotes, cines y 325 locales comerciales, este centro comercial Sambil prospera.
El agudo contraste entre los dos centros comerciales suministra una mirada a los efectos duraderos de las relaciones populistas de Chávez con el sector privado de Venezuela.
Chávez, quien murió en marzo, tuvo enfrentamientos con las empresas privadas, especialmente las pequeñas y medianas, forzándolas a ganar su dinero en otras partes —lo que dejó a Venezuela luchando para atraer inversiones para arreglar sus deterioradas infraestructuras.
No solo no ha llegado el dinero, sino que Barclays Capital, un banco internacional de inversiones, estima que las compañías se han llevado $150,000 millones del país desde que se instituyeron hace una década los controles de cambio de moneda. En parte, se suponía que los controles previnieran la fuga de capitales. Un promedio de $20,000 millones han salido al exterior durante los últimos cinco años.
El sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, recoge ahora las piezas rotas de las relaciones del gobierno con el sector privado.
REUNIONES Y ANUNCIOS
Al enfrentarse con un país polarizado y una economía en problemas, Maduro se reunió recientemente en privado con importantes líderes empresariales, lo que trajo esperanzas de que desearía trabajar con los que se enemistó Chávez.
Economistas dijeron que una ronda fresca de inversiones podría ayudar a llenar los estantes de las tiendas, que han tenido escasez esporádica de productos tan básicos como el papel higiénico, la leche y el azúcar.
Y sin la inversión, agregaron, es improbable que el gobierno ponga fin a la inflación incontrolada, actualmente de casi un 43 por ciento.
“Ha habido muchas reuniones y anuncios, pero todavía no ha habido cambios sustanciales”, dijo Alejandro Arreaza, un economista de Barclays Capital.
Las políticas de Chávez tenían la intención de reducir la pobreza al suministrar viviendas, educación y pensiones a los pobres. Pero el proceso ahuyentó a la empresa privada, a pesar de instituir medidas para tratar de impedir que sus inversiones se fueran al exterior.
Mientras se deterioraba la relación del gobierno con la industria privada, Chávez acudía cada vez más a las expropiaciones como un medio para lograr sus metas. Muchas expropiaciones ocurrieron después que una empresa se negaba a seguir la política de Chávez, como la regulación de precios.
LOS BENEFICIARIOS
Mientras los venezolanos sacaban su dinero del país, la República Dominicana estaba entre los muchos beneficiarios. Con el paso del tiempo, el sur de la Florida, con una población de más de 70,000 venezolanos, también recibió los beneficios de capital y conocimientos técnicos de Venezuela.
En años recientes, las inversiones venezolanas han cambiado la línea de rascacielos de Santo Domingo, al construir una torre de oficinas con un cine de arte, hoteles y un centro comercial repleto de tiendas Cartier y Louis Vuitton.
Fuera de la capital, los venezolanos construyen un campo de golf de $120 millones y una urbanización residencial frente al océano con una isla artificial.
En la República Dominicana, pocos proyectos han sido tan visibles como el centro comercial Sambil, el mayor del país.
Los compradores pasan por autos deportivos que se encuentran en los pasillos. El acuario, que tiene tanques con estrellas de mar, atrae a una larga fila de observadores.
“Nos visitan personas de todo el país. Es una experiencia”, dijo Alexis Hernández, ejecutivo de Sambil que se ocupa de la apertura del centro comercial.
Hernández reconoció la expropiación de Chávez del centro comercial La Candelaria en Caracas, pero dijo que no ha afectado la estrategia de inversión de la compañía. La compañía declinó decir si ha recibido compensación por el centro comercial venezolano.
La compañía tiene siete centros comerciales en Venezuela, incluyendo uno popular en el centro de Caracas. También construye un centro comercial en Curazao, en el sur del Caribe.
Sin embargo, en una discusión privada con funcionarios estadounidenses en Venezuela, representantes de la compañía manifestaron su preocupación con el manejo del centro comercial La Candelaria por parte del gobierno.
Cerrado la mayor parte del año, el centro comercial La Candelaria abrió recientemente una feria escolar temporal. Los asistentes podían comprar todo, desde uniformes escolares subsidiados hasta mochilas que exhibían una cara sonriente de Chávez.
Pero el lugar se conoce mejor por su estacionamiento.
Desde el 2010, el estacionamiento ha servido como refugio improvisado para cientos de venezolanos que han perdido sus hogares debido a las inundaciones. Muchas familias se han relocalizado como parte del programa de viviendas de Chávez, Gran Misión Vivienda, pero residentes locales dijeron que hasta unas 500 personas viven aún allí.
Ezra Fieser reportó desde Santo Domingo y Andrew Rosati desde Caracas.
El Nuevo Herald
09-09-2013
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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