lunes, 23 de abril de 2012

Apostada frente a su casa

Los propietarios recurren con más frecuencia a medidas desesperadas ante una ley injusta

GERARDO BLYDE
Las leyes deben ser justas, buscar el equilibrio entre los ciudadanos a quienes van dirigidas. Las situaciones que tales leyes regulan deben producir consecuencias jurídicas que no sobrepongan a unos sobre los otros. Un viejo proverbio reza "Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Ha de ser ley porque es justa". Es claro que no todo lo legal es justo, aun cuando la aspiración del ser humano es lograr que lo justo se haga ley. Cuando lo injusto se legaliza, el ser humano se revela ante esa ley, no por ley formal, sino ante la injusticia en ella contenida.

El estadio más elevado de una legislación consiste en hacernos a todos iguales ante ella, pero para que ello ocurra el contenido de esa legislación debe ser justa. Si es justa, buscará el equilibrio entre las partes a las que va dirigida. Si la legislación sobrepone al Estado y pisa al ciudadano es injusta. Igualmente injusta será si sobrepone a un ciudadano sobre otro en sus relaciones del ámbito privado.

¿Qué sucede cuando quien legisla lo hace no desde esa óptica sino siempre anteponiendo un sentido populista en la solución de las materias que pretende regular? ¿Qué ocurre cuando se legisla con profundo sentido de venganza para sobreponer a unos sobre otros? Las sociedades van derivando irremediablemente en anarquía y caos ante la injusticia hecha ley.

De mi abuelo, viejo abogado litigante ya fallecido, quien poseía un instinto muy desarrollado por lo justo, aprendí que el Derecho debe ser lógico; las premisas que contiene una norma jurídica deben desembocar en una consecuencia lógica. El típico ejemplo que exponen todos los libros de Introducción al Derecho salta a la memoria de cualquier abogado: "quien cause un daño a otro, debe repararlo". Es el ejemplo simple del razonamiento lógico que debe contener cada norma jurídica. Imaginen una norma que estableciera esto: "quien cause un daño a otro, jamás debe repararlo porque se presume que se merecía ese daño". Sería exactamente como usted lo está pensando, una gigantesca locura merecedora de tratamiento psiquiátrico y camisa de fuerza para su proponente. La consecuencia determinada en una norma así, choca de frente con el razonamiento lógico más elemental. Una norma así presumiría la culpabilidad de la víctima del daño.

¿A dónde voy con todo esto? Aterrizo: esta semana una vecina del municipio Baruta, desesperada porque su otrora inquilino no le ha entregado la única vivienda de su propiedad y dejó de pagarle la renta, protegido por la nueva legislación inquilinaria que nos rige, tomó la medida de acampar frente a su propiedad para lograr por esa vía lo que el derecho formal y la justicia tribunalicia no le permiten lograr: recuperar su propiedad. Conforme a las informaciones que manejamos, existen al menos trescientos casos similares en los que propietarios no han podido lograr el desalojo de sus viviendas que alguna vez alquilaron, aun cuando tengan ahora necesidad existencial de recuperarlas. Algunos han fallecido sin lograr esa meta.

Las normas jurídicas dictadas en esta materia son altamente injustas y consideraron a todos los propietarios como los fuertes en la relación arrendaticia y a todos los inquilinos como los débiles. Con la absoluta irresponsabilidad con la que muchas veces se legisla en nuestra patria, con una altísima dosis de populismo y con el condimento adicional del socialismo del siglo XXI, la nueva legislación inquilinaria consideró que todos los propietarios son explotadores de los inquilinos; que por ser propietarios, poseen bienes de fortuna y que la renta o pensión de arrendamiento es un lucro a costa de quienes no poseen vivienda y tienen necesidad de un techo.

Eso, que en algunos casos puede ser cierto, resulta una monumental mentira en la mayoría de los casos. Los "rentistas", es decir, aquellos acaudalados propietarios que viven de la rentas de sus varias propiedades cada vez son los menos. Si es común que alguien, ante la necesidad eventual de obtener un ingreso adicional, decida arrendar su única propiedad y mudarse a casa de un familiar para ayudarse y ayudar a su núcleo familiar con esa pensión, ante la inflación creciente que vivimos. En la mayoría de los casos quien hoy arrienda tiene la necesidad de hacerlo para sobrevivir, no para enriquecerse.

Quienes aún viven en el siglo pasado tienen marcado en sus discos duros mentales el atavismo de que un propietario es igual a un especulador y, desatendiendo la realidad actual, legislaron en consecuencia. Por ello los propietarios recurren con más frecuencia a medidas desesperadas ante una ley injusta que les pone todas las trabas procedimentales para que puedan algún día recuperar lo que es suyo.

gblyde@gmail.com / @GerardoBlyde

El Universal
20-04-2012

Recopilado por:
Lic. Henry Medina
Asesor Inmobiliario, de Seguros e Inversiones
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