Sin servicios no se debe seguir desarrollando la ciudad, pues todos los sistemas colapsarán...
GERARDO BLYDE
En estos primeros días del año un grupo de invasores ocupó ilegalmente un inmueble en ruinas en Baruta, tratando de llamar la atención del Gobierno Nacional sobre sus necesidades de vivienda. Confiando en su policía, los vecinos nos llamaron y de inmediato, esa misma madrugada, comenzamos las siete largas horas de conversaciones para lograr el desalojo.
Lo que nos preocupó fue el drama que los ocupantes ilegales nos expresaron. Eran, según ellos mismos contaban, damnificados del año 2006. Están anotados en todas las listas habidas y por haber, han sido censados y recensados. Pero nadie los llama. Vieron al Presidente en diciembre entregar viviendas a damnificados de finales del 2010 y consideraron injusto que ellos, con mucho más tiempo en esa condición, aún estuvieran en la calle dando tumbos.
Realmente no puedo decir que me hayan contado toda su verdad; el grupo era heterogéneo en edades, con parejas de las que se llaman adultos contemporáneos que posiblemente en efecto sean verdaderos damnificados del 2006. Pero también había dos parejas muy jóvenes, de 18 y 19 años de edad, con bebés en brazos, que más bien parecían haberse unido al grupo invasor para intentar resolver su drama habitacional.
La frase más repetida que escuché esa madrugada fue: "Alcalde, nosotros sabemos que estamos haciendo mal, que esto no es nuestro, pero es que si no, cuándo vamos a poder resolver este problema y llegar a tener un techo propio". Había una repetición de frases parecidas sobre la clara conciencia que tenían de la ilegalidad. No querían quedarse con algo ajeno, querían tener algo propio. Logramos identificar en esas horas que quien les había informado sobre ese inmueble vacío y en ruinas, inhabitable por lo vetusta y abandonada de la construcción, con filtraciones y humedad en las pocas paredes que le quedan en pie, había sido un parquero de un restaurante de la zona que les había cobrado por darles la información.
Hubo tres momentos de mucha tensión interna. El primero, cuando llegué al sitio y les pedí que me abrieran pues quería entrar a conversar con ellos. Al ver que entré sin policías, se calmaron y me mostraron la cantidad de niños que los acompañaban, mientras me narraban sus historias de vida. Al amanecer, un grupo grande de policías en patrullas y motos rodeaban el inmueble. Se pusieron muy nerviosos y decidieron aceptar nuestra oferta de desalojar pacíficamente si retirábamos a los funcionarios. Así lo hicimos, quedándose los indispensables. El tercer momento fue cuando por mera casualidad pasó el cortejo fúnebre de un funcionario de Polisucre asesinado en esos días. Hubo que explicarles lo que sucedía y volvió la calma hasta que, finalmente, desalojaron.
La crisis de la vivienda es realmente una tragedia nacional. Los expertos señalan que al menos dos millones de venezolanos carecen de techo. Pero esa cifra no es real. La mayor parte de las viviendas de barrios carecen de las condiciones mínimas de servicios públicos necesarios para ser consideradas viviendas dignas de seres humanos. El hacinamiento y la falta de planificación de la desordenada forma como se ha venido construyendo por décadas, son el mejor ejemplo del abandono oficial a una política seria que procure soluciones de fondo.
Sin servicios públicos es imposible urbanizar o edificar. Los servicios básicos de la ciudad de Caracas, de toda el área metropolitana, están colapsados por insuficientes o por demasiado viejos. Ni la red de distribución eléctrica ni las cargas ni el debido mantenimiento del alumbrado público se cumplen por parte de Corpoelec, aunque nos cobran a las municipalidades religiosamente por ello. Toda la red de tuberías para la distribución de aguas blancas está podrida. No hay un día en el cual un tubo no se fracture y produzca daños a pavimentos, fallas de borde o arruine asfaltados de reciente data. La red de cloacas está también dañada, fracturada, es insuficiente para la cantidad de habitantes de la ciudad. Hidrocapital sólo realiza parches en donde se dañan y no existe plan o programa para sustituirlas paulatinamente por redes nuevas que puedan durar al menos otros 50 años.
Es sobre estas redes que se sigue construyendo sin que el Gobierno Nacional atienda ni entienda que sin servicios no se debe seguir desarrollando la ciudad, pues todos los sistemas colapsarán para los que ya vivimos en este valle y para los que vendrán.
Prometer es muy fácil. Crear ilusiones a millones de habitantes también lo es. Pero sin planificación y verdaderas obras, nuestra querida ciudad será a futuro más caótica de lo que ya lo es. Llegará octubre para que tengamos un nuevo Presidente que entienda esto.
gblyde@gmail.com / @GerardoBlyde
El Universal
13-01-2012
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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