miércoles, 22 de junio de 2011

Una casa para salir adelante

La comunidad de Turgua queda a sólo 45 minutos de La Lagunita, en El Hatillo, el municipio con menos pobreza del país. Pero es otro mundo. Con 1.200 habitantes, los 13 caseríos de Turgua asentados a ambos lados de una carretera maltrecha carecen de los servicios básicos de transporte y una tubería de agua intacta. En caso de una emergencia médica ­como mordeduras de culebras­ ni siquiera cuentan con un carro, afirma Gustavo Cisnero, líder de la comunidad.

Son esos asentamientos aislados los que la fundación Un Techo para mi País eligió para trabajar en Venezuela. Desde que la organización llegó al país, en diciembre, ya han construido 15 casas con 150 voluntarios.

Son viviendas prefabricadas, de un ambiente con 18 metros cuadrados, piso y paredes de madera y techo de lámina.

Se construyen durante 2 días con 10 voluntarios, de los cuales dos han recibido capacitación técnica. Para seleccionar a los beneficiarios, los voluntarios visitan los asentamientos y preguntan a todas las familias interesadas acerca de su situación socioeconómica.

Registran sus ingresos, la edad y las condiciones de salud, el estado de su vivienda para después determinar quiénes son los más necesitados.

Una de las familias que ya tiene casa es la de Rafael Castro, de 41 años de edad, y Jamilet Martínez, de 27 años de edad, que tienen tres hijos de 10, 7 y 5 años de edad. Viven en el sector La Cruz, al que se llega a pie por empinadas trochas de tierra. Sentados al lado de su casa vieja de madera y cartón piedra cuentan cómo se enteraron a través de una llamada de la fundación que iban a tener una casa nueva, que ahora les sirve para dormir. "Sentímos mucha alegría", recuerda Rafael.

"Eso no se había visto nunca por acá. Había otras personas por ahí que son pura promesa y no cumplen".

Cuando llegó el fin de semana de la construcción, varios días después, tuvieron que trabajar bajo la lluvia. "Caía un palo de agua".

Aunque el trabajo se hizo más difícil, los voluntarios no perdieron el ánimo, destaca Jamilet. "Hasta los niños ayudaron, y de las cinco casas que se hicieron, la nuestra fue terminada primero", asegura Rafael.

"Estábamos muy contentos todos, tomando fotos, pusieron una cinta para cortarla, fue muy bonito. Los niños estaban contentísimos, lloraron", expresa Jamilet. "Son muy pegados con los muchachos de la fundación y los muchachos también con ellos", añade Rafael mientras los observa rodear a la gerente general de la ONG en Venezuela, Sylvia Chamorro, y el pequeño Juan Carlos, de 5 años de edad, saca una foto tras otra con la cámara de ella. Aunque no todos los habitantes del sector recibieron una nueva casa, no hay envidia, aseguran Rafael y Jamilet. "Preguntan y dicen que quieren una casa, pero se quedan con la esperanza que algún día les tocará también".

200 casas.

La próxima meta de la funcación es construir 60 casas, tarea que emprenderán desde el 29 de julio hasta el 3 de agosto. Al final del año quieren tener 200 casas en varias zonas del país. Cada vivienda cuesta 18.500 bolívares, de los cuales las familias aportan 1.500 bolívares, que pagan en cuotas según sus posibilidades. Hasta ahora no ha ocurrido ni una vez que una familia no haya pagado, asegura Chamorro. "Se les dice que con su aporte están posibilitando la construcción de casas para más familias y así se sienten responsables". Los restantes recursos los aportan sobre todo empresas locales.

"El equipo en cada país debe conseguir los fondos al nivel local", explica Chamorro, que vino desde Nicaragua para poner a funcionar el modelo de la fundación en Venezuela.

Sin embargo, el trabajo de la fundación no termina con la construcción de las casas de emergencia. "Ellas son una solución transitoria mientras la familia tiene la capacidad de salir adelante y construirse su vivienda definitiva", dice Chamorro. "Después de la construcción entramos en un proceso de rehabilitación social, damos un acompañamiento con planes de salud, jurídicos y de educación. Junto con las familias hacemos mesas de trabajo para identificar cuáles son las necesidades reales que tienen las comunidades, que han sido excluidas por años".

Para apoyar a las familias la fundación también ofrece talleres de capacitación en oficios como cocina, costura, electricidad y plomería, tanto como microcréditos y asesoría en negocios. "Es la segunda fase de techo, que es ir creando en ellos microempresarios", explica Ideljay Rodríguez, licenciada en ciencias pedagógicas, que participó en la construcción de las casas en La Cruz, y cuenta: "Una niña me dijo: `Ay, no tengo para pagar la casa, mi mamá no tiene", entonces un compañero mío le dice: `¿Y esa pulserita, qué bonita, quien te la hizo?" Respondió: `Las hago yo", y el le dice: `¡Véndelas, hazlas ahorita y véndelas!" Salió, vendió y con eso la chica pagó la primera cuota de su casa".

Momentos conmovedores como ese compensan a los voluntarios por su trabajo.

Además, el programa les da la posibilidad de aproximarse a una otra realidad, que hasta entonces no habían conocido. "Me pareció bien ayudarlos sin ningún tema político, sin fines de lucro. En realidad, fue una experiencia", dice Luis Miguel Parra, de 22 años de edad, quien estudia para ser corredor de seguros. "Es bueno porque uno normalmente no viene para estas partes del país, lo conoce por televisión, por otros, pero ya al verlo es distinto, ya tomas otro punto de vista de todo".

"Fue muy gratificante", afirma Klaider Castillo, de 24 años de edad, técnico superior en contaduría. "Siento que de alguna forma estoy contribuyendo con algo, atendiendo y conociendo las realidades y necesidades de personas que han sido olvidadas por las políticas del gobierno. Son cosas en las que el gobierno realmente debería concentrarse, pero que lamentablemente no hace".

Entorno Inteligente
21-06-2011

Recopilado por:
Lic. Henry Medina
Asesor Inmobiliario, de Seguros e Inversiones
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