Las carreteras -indican los estudios del centro alemán- permiten el acceso de los madereros a zonas naturales. Foto: cortesía de Getty Images
Investigadores de la Universidad de Eberswalde concluyeron que la Tierra quedó dividida en 600.000 parcelas. El Amazonas e Indonesia están entre las pocas zonas vírgenes que quedan. Leonardo Boix, corresponsal en Londres, Reino Unido La construcción masiva de rutas, carreteras y autopistas en el mundo ha fragmentado la tierra en más de 600.000 parcelas, la mayoría de ellas demasiado pequeñas para permitir el desarrollo sustentable de vida silvestre.
La investigación de la Universidad Eberswalde de Alemania para el Desarrollo Sustentable advirtió que el planeta Tierra está perdiendo cada vez más superficie libre de rutas o caminos.
El estudio científico publicado en Gran Bretaña concluyó que es necesaria una acción urgente de todos los países para proteger los últimos reductos vírgenes de vida silvestre, que ayudan a proveer de fuentes naturales cruciales para la humanidad como el agua limpia y el aire puro.
El impacto por la construcción de rutas y autopistas se extiende más allá de esos proyectos de infraestructura y transporte, al llevar a la destrucción de bosques, generar más polución, dividir poblaciones de animales e introducir plagas. Los científicos explicaron que hay mayor explotación de la vida silvestre: caza furtiva, expansión de la minería y otros nuevos proyectos de infraestructura.
El equipo de la universidad alemana analizó mapas satelitales que incluían 36 millones de kilómetros de rutas, autopistas y carreteras. La Tierra quedó dividida en 600.000 parcelas fragmentadas, muchas de menos de un km² de superficie.
Solo 7% del total de esas parcelas ‘atrapadas’ entre rutas tiene una superficie superior a 100 kilómetros cuadrados, y solo un tercio de las zonas sin carreteras son “verdaderamente salvajes”, ya que el resto está afectada por actividades de agricultura u otro tipo.
Las últimas zonas vírgenes sin carreteras en el mundo son selvas en el Amazonas e Indonesia, y las tundras y bosques en el norte de Rusia y Canadá. “Pero toda Europa occidental, el este de Estados Unidos y Japón, ya no cuenta con zonas libres de rutas y carreteras”, reza el documento, publicado en la revista científica británica Science.
Los expertos consideraron que las tierras ubicadas hasta un kilómetro a cada lado de una carretera se ven afectadas y su vida silvestre sufre, aunque aclararon que ese estimado “es conservador”.
El documento proyectó que la extensión de las rutas, carreteras y autopistas en el mundo crecerá 60% para 2050 y advirtió que hasta ahora solo el 5% de todas las zonas sin rutas recibe algún tipo de protección legal. “A medida que las carreteras siguen expandiéndose en el mundo, es más urgente que se establezca una estrategia global para la conservación efectiva, restauración y vigilancia de zonas vírgenes sin rutas y sus ecosistemas”, declaró el profesor Pierre Ibisch, autor principal del informe.
“Exhortamos a los gobiernos a evitar la costosa construcción de carreteras en áreas remotas, que será algo ecológicamente desastroso”.
La vida salvaje atraviesa un período de extinción masiva, debido a que áreas de naturaleza vírgenes son destruidas a pasos agigantados para ser transformadas en tierras arables, para la explotación de minería o la caza de animales.
En octubre, un estudio científico difundido en Londres concluyó que el número de animales salvajes se reducirá dos tercios para 2020.
Las carreteras son catalizadores de gran parte de la destrucción de la vida silvestre, por ejemplo, permite que madereros ilegales lleguen al Amazonas o que cazadores furtivos accedan fácilmente a animales en peligro de extinción, como elefantes, jirafas o rinocerontes.
Ibisch explicó que los mapas satelitales que su equipo utilizó para el estudio están incompletos, y que por ello la situación actual “sería incluso mucho peor”, por ejemplo en la región de Borneo.
(I) La masacre de elefantes se agrava más
Con la sabana keniana de fondo y ante las cámaras, 11 pirámides de marfil ardieron en abril en el parque nacional de Nairobi. Más de un centenar de toneladas de colmillos de elefantes quedaron reducidas a ceniza, en un acto simbólico.
Al realizar la mayor incineración en la historia, Kenia lanzaba un mensaje: “El marfil solo tiene valor en un elefante”.
“Aún nos queda un inmenso camino a recorrer, pero el nivel de toma de conciencia política es notable respecto al pasado”, asegura John Scanlon, secretario de la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Salvajes Amenazadas (Cites).
La toma real de conciencia comenzó hacia 2010. También gobiernos y oenegés entendieron que había que caminar hacia la prohibición total del comercio de marfil.
En 2016 abundó en signos positivos en la lucha contra el tráfico de especies salvajes, una cuestión que figura desde este año en el informe de la Oficina de la ONU contra la droga y el crimen. China, considerada como el primer mercado de demanda mundial de marfil, ha endurecido su legislación sobre las importaciones de este ‘oro blanco’. Las oenegés celebraron la negativa de la Cites a conceder a Namibia y Zimbabue una autorización especial para vender ‘su’ marfil al extranjero para financiarse. El continente africano perdió en la última década 111.000 especímenes, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que calcula la población total actual en 415.000. (I)
Leonardo Boix, corresponsal en Londres, Reino Unido
El Telegrafo (Ecuador)
19-12-2016
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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