lunes, 29 de octubre de 2012
El problema de la vivienda y los intentos fallidos del gobierno
En Venezuela, al igual que el resto de Latinoamérica y los países en vías de desarrollo, el problema de la vivienda padecido por los más desposeídos tiene como principal consecuencia la formación anárquica de asentamientos irregulares en las afueras de las principales ciudades; estos son llamados popularmente a lo largo del continente: barrios, ranchos, comunas, villas, favelas, tomas e invasiones. En ese punto, es generalmente cuando las instituciones gubernamentales reaccionan, en formas diversas pero en fondos similares, para dar solución a este problema.
¿Y cuál es el problema que desean solucionar nuestros gobiernos: el problema de la miseria en la sociedad y uno de sus síntomas en la vivienda, o el problema de los asentamientos irregulares y su impacto en las urbes?
En primer lugar debemos aclarar algunas nociones, la más importante, la vivienda y el hábitat:
Por todo lo anterior, desearía que la filosofía del ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas fuese replantear el urbanismo de la capital y no amontonar una Caracas encima de la que ya está. Definitivamente, en Caracas no cabe otra Caracas.
Vivienda es cualquier estructura que ofrece refugio y habitación a las personas con el fin de garantizar protección frente a los elementos de la naturaleza y sus amenazas. La necesidad de vivienda es tan antigua como los mismos inicios de la especie humana, sin ella, el hombre entendió que estaba a merced del clima, los depredadores y otras amenazas.
La vivienda ha sufrido varias transformaciones que se adaptan a las necesidades materiales y sociales del ser humano, la satisfacción completa de esas necesidades se define como hábitat.
Entonces, el problema de la vivienda es en realidad el de la clase obrera sometida a ocupar viviendas precarias, que no alcanzan los mínimos de calidad requeridos para satisfacer sus necesidades materiales y sociales, evitando así la consolidación de su hábitat.
La verdad es que en cada etapa de la historia de las sociedades de clase ha existido la miseria frente a los privilegios, y eso se ha reflejado también en la vivienda. En tiempos de feudalismo, se podía encontrar viviendas precarias construidas con materiales de mala calidad y con múltiples familias viviendo en ella en situación de hacinamiento a menos de un kilómetro de distancia del castillo del señor feudal. Y de la misma forma ha sucedido a lo largo de toda la historia, muy bien lo resaltaba Friedrich Engels, ya en 1872, en el prólogo de Contribución al Problema de la Vivienda:
“Esta penuria de la vivienda no es peculiar del momento presente; ni siquiera es una de las miserias propias del proletariado moderno a diferencia de todas las clases oprimidas del pasado; por el contrario,ha afectado de una manera casi igual a todas las clases oprimidas de todos los tiempos”.
Por lo tanto, el problema de la vivienda merece ser reconocido como prioridad por todo el movimiento obrero a nivel mundial.
¿Qué es una vivienda digna? Asumiendo que hasta los momentos, en su forma más avanzada, esta debe ser familiar urbana para satisfacer las necesidades materiales y sociales, y generar así el hábitat; una vivienda digna necesariamente debe contar con dos elementos:
Ubicación en una ciudad. Siendo el hábitat por excelencia del hombre, solo en las ciudades se puede materializar lo realmente urbano a través del acceso efectivo de los espacios de uso público en los que se desarrollan las actividades que complementan a las de habitación y trabajo, como son todas aquellas que ofrecen bienestar social y sentido de comunidad. Además, la industria y el comercio tienen su lugar en las ciudades, y son precisamente la principal fuente de trabajo masivo en la sociedad actual.
Adecuada para la familia. Una vivienda digna para una familia de la clase obrera debe adecuarse al tamaño de la familia, no la familia adecuarse al tamaño de la vivienda. El hacinamiento ha sido una constante histórica de precariedad, presente en el Manchester de 1850 donde en un edificio de cuatro pisos vivían cientos de familias con una sola letrina; y presente también en cualquier barrio de Latinoamérica, donde en terrenos ocupados por las capas más sumergidas en la miseria, habitan miles de familias en viviendas de mampostería, amontonadas unas sobre otras, sin acceso a los mínimos servicios de agua o electricidad, negando absolutamente el hábitat humano pero propiciando el ideal para brotes de enfermedades mortales y epidemias.
El problema de la vivienda para la clase obrera en Venezuela ocurre por la escasez, en el interior del país, de servicios públicos de toda índole (educación, salud, cultura y deporte), así como de fuentes de trabajo formal y productivo. Esta escasez es originada por la centralización de las pocas industrias y los principales centros de comercio en la región costa-montaña; lo que hace migrar a las personas de las zonas rurales a las ciudades, quienes buscando una mejor calidad de vida, se encuentran con urbes no planificadas, con un mercado inmobiliario de viviendas inaccesible para ellos y sin una industria o agroindustria en donde trabajar productivamente. Esta distribución dispareja se da en parte por la dependencia del país de la renta petrolera.
La dinámica de la economía venezolana alrededor de la apropiación de la renta petrolera, dificulta el desarrollo de las fuerzas productivas, salvo aquellas vinculadas con su extracción. En cambio, potencia el comercio altamente especulativo basado en la importación; y para los menos afortunados, el empleo informal y precario. Lo que resulta en un ejército nacional de obreros desempleados, que viven precariamente en asentamientos de viviendas irregulares periféricos a las grandes ciudades, y que para sobrevivir recurren a la buhonería, y demás ramas del empleo informal, y en muchos casos a actividades económicas delictivas y precarias.
Es por ello que no es posible dar solución al problema de la vivienda de forma aislada. Pretender limitarse a la simple construcción masiva de viviendas, sin tomar en cuenta ningún otro aspecto, evidenciaría la aplicación de una solución superficial a un problema que es esencialmente estructural.
La Gran Misión Vivienda Venezuela. En abril del 2011, el gobierno Bolivariano lanzó la Gran Misión Vivienda Venezuela con el objetivo de dar solución a este problema que ha azotado a los más desposeídos en el transcurrir de la historia, con ese fin, se decretó la creación del Órgano Superior del Sistema Nacional de Vivienda y Hábitat, integrado por los ministerios referentes a vivienda y hábitat, transporte terrestre, industrias básicas, ciencia y tecnología, defensa, y comunas; además se creó el cargo de Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas; y se promulgaron leyes que regulan un nuevo régimen de propiedad de las viviendas por construir, formas de acceder a terrenos aptos para la construcción de viviendas por parte del Estado, y un sistema que pretende desburocratizar las obras publicas. Además, el gobierno ha comprado la industria del cemento y la siderúrgica, rubros fundamentales en la construcción, también ha decretado la creación de la Empresa Nacional de Obras Públicas, que estará a las órdenes del Órgano Superior del Sistema Nacional de Vivienda y Hábitat.
Por todo lo anterior, podemos observar que se están dando importantes pasos para dar con una solución. Sin embargo, debemos profundizar en las causas, ejecución y consecuencias de este nuevo plan, y al mismo tiempo preguntarnos si de verdad tales políticas públicas son realmente orientadas a dar solución de forma estructural, y de lo contrario, debemos organizarnos y proponer una solución revolucionaria al problema de la vivienda de la clase obrera en Venezuela.
Las fórmulas aplicadas por cualquier gobierno de un estado liberal-burgués para solucionar el problema de la vivienda no son efectivas a los ojos de la clase obrera. En el mejor de los casos, se limitan a ocultarlo demoliendo barrios enteros para construir museos y grandes avenidas, sin importar que a pocos kilómetros un nuevo barrio nace de la mano de los desplazados, fuera de la vista de los turistas. Y la razón de ello es que tan necesaria solución es inherente a la lucha última del proletariado: la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Porque en un mundo donde los medios de producción son privados, no se hace lo necesario sino lo que brinde más rentabilidad, por ejemplo: la industria de la construcción y el hecho de que las viviendas solo se construyen para quien las pueda pagar, no necesariamente para quien las necesita; debido a que, como todo en el modo de producción capitalista, las viviendas también son una mercancía. Es decir, no escasean los medios necesarios para construir centros comerciales o empresariales, pero si para construir viviendas dignas y hábitats para la clase obrera.
¿Revolucionariamente qué alternativa tenemos? Es necesario hacer de propiedad pública toda la maquinaria, tecnología e infraestructura necesaria para la construcción, así como también todos los terrenos que sean aptos para ello; con el objeto de crear ciudades que permitan consolidar un hábitat digno para los trabajadores y trabajadoras que así lo requieran, creando además fuentes de empleo formal y socialmente productivo en ramas industriales y agroindustriales, y de esa forma, solucionar el problema de la vivienda, la miseria urbana, el rentismo, el centralismo, el desempleo y el empleo precario.
Es importante destacar que la clase obrera en Venezuela no sólo carece de viviendas, tampoco cuenta con empleos que posibiliten la evolución de sus potencialidades técnicas y organizativas. Entonces, la creación de ciudades planificadas y productivas representa una solución integral, dialéctica y revolucionaria al problema de la vivienda en su más amplio concepto: el hábitat.
Con esto claro, es más fácil comprender que no es posible solucionar el problema de la vivienda de la forma como lo ha venido intentando, hasta el momento, el gobierno Bolivariano, esto es: pagando, al precio especulativo del mercado inmobiliario, a constructoras privadas nacionales y transnacionales para construir viviendas aisladas, con débil accesibilidad a los servicios públicos (debido a los ahorros de costos necesarios para maximizar el lucro por parte de las constructoras), sin equipamiento urbano ni centros de empleo masivo industrial que funcionen para alimentar la capacidad productiva del país y generar fuentes de empleo formal.
Hasta los momentos, lejos de planificar y construir ciudades productivas en el interior del país, la Gran Misión Vivienda Venezuela se ha limitado a construir viviendas en las urbes más pobladas, acrecentando aún más el deterioro de los servicios públicos en estas latitudes y dejando a un lado el problema estructural, para solucionar el problema coyuntural. Un triste ejemplo de esto es Caracas, que es mi ciudad natal, y en donde, según locuciones del Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas, Francisco Sesto, se han construido siete mil doscientas veintidós (7.222) viviendas; y están en proceso de construcción cincuenta y cuatro mil ochocientas cuarenta y un (54.841) viviendas más. Esto en una ciudad de solo 433 kilómetros cuadrados que tiene, según el Instituto Nacional de Estadística, 1.943.901 habitantes para una densidad poblacional de 4.489,4 habitantes por kilómetro cuadrado, frente al 22,5 habitantes por kilómetro cuadrado del país entero; contando solamente el Distrito Capital, es decir, sin contar el área metropolitana de la Gran Caracas y su periferia que incluye el estado Vargas y 15 de los 21 municipios del estado Miranda.
En el gráfico 1 podemos apreciar la distribución territorial entre Caracas y los estados más poblados de la región cercana con relación al resto del país (Fuente: Instituto Nacional de Estadística).
Y en el gráfico 2, la distribución poblacional de los mismos estados con el resto del país (Fuente: Instituto Nacional de Estadística).
La realidad venezolana, es que el 32% de la población vive en estos estados que ocupan solo el 2% del territorio nacional. Y sumando a esta ecuación el resto de los estados de la región costa-montaña, en Venezuela el 71% de la población vive en el 20% del territorio.
Al igual que sucede en la mayoría de las ciudades no planificadas de Latinoamérica, Caracas presenta un deterioro importante en los servicios públicos, que se acrecienta día a día con la construcción sostenida de viviendas, y su desproporción con la inversión en los servicios públicos. Por ejemplo: para el año 2011, se registraron 462.649 vehículos, lo que colapsa el sistema de vías públicas en las horas críticas de entrada y salida de los lugares de trabajo, por la saturación de las autopistas y calles principales.
Otro de los problemas de esta capital es su ausencia de industrias, para el 2011, Caracas contaba con un índice de desempleo de 6,9% y un empleo informal de 27,2%, para un total de 335.773 caraqueños en esta situación precaria.
En el gráfico 3 se aprecia la distribución de la población activa, empleo formal, informal y desempleo en Caracas (Fuente: Instituto Nacional de Estadística).
El 32% de los habitantes de Caracas, se encuentran en este momento combatiendo la precariedad, y constituyen la reserva de empleados sin empleador de la ciudad y lógicamente, sumar desempleados a Caracas no puede ayudar en nada. Es matemática simple, si le agregamos más viviendas a una ciudad en esta situación, los servicios públicos colapsaran aún más y habrá más desempleo, empleo precario, y criminalidad. Y hasta los momentos, eso es precisamente lo que esta haciendo la Gran Misión Vivienda Venezuela, no solo en Caracas, sino en toda la región costa-montaña que se encuentra en igual o incluso peor situación que la capital.
Por todo lo anterior, desearía que la filosofía del ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas fuese replantear el urbanismo de la capital y no amontonar una Caracas encima de la que ya está. Definitivamente, en Caracas no cabe otra Caracas.
Roberto Armando Ramírez
noticiasvenezuela
26-10-2012
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
Asesor Inmobiliario, de Seguros e Inversiones
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Una vez más, se vuelve a evidenciar el caos producto de la falta en materia de planificación urbana.Para dar solución a un problema puntual se crea otro problema mayor. Esta vez, le tocó el turno a la Transformación Revolucionaria que dejará como herencia construcciones de mala calidad y sin los debidos servicios, y todo ello ante la mirada ingenua de quienes habitamos las urbes
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