miércoles, 3 de agosto de 2011

La esperanza aguarda bajo techo

Más de 90 jóvenes voluntarios construyeron viviendas en comunidades en Turgua, Mariches y Charallave

En el Limón de Soapire, sector de la comunidad Generalísimo Francisco de Miranda (Charallave) existen 143 viviendas. En todas hay servicio eléctrico pero el agua llega en cisternas, la red de drenajes está lejos de consolidarse y en las calles -jamás tocadas por asfalto- los días sin lluvia traen vendavales de tierra amarilla.

De estas 143 casas, 70 están levantadas con paredes de cartón piedra, tablas de madera y zinc corroído. Son 70 familias que forman parte de los 2 millones de venezolanos que viven en pobreza extrema y que, sin mucho éxito, han intentado salir de esta situación.

Es precisamente a contribuir con ese cambio en el modo de vida que la ONG Un techo para mi país, desde el pasado viernes, tomó la escuela El Limón de esta comunidad para alojar a 30 jóvenes voluntarios que mañana culminarán la construcción de 10 unidades habitacionales. "Nosotros creemos que quien vive en extrema pobreza está en condiciones de urgencia y necesita una solución inmediata a un problema que es su techo", asegura el chileno Benjamín Langdon, director social de la organización.

Para Venezuela esta historia comenzó a finales de 2010 cuando Langdon, en compañía de la nicaragüense Sylvia Chamorro y el salvadoreño Julius Durán, llegó al país con el objetivo de sentar las bases de la ONG que hoy está en 19 países de América Latina y el Caribe.

Además de crear un equipo local en el país, lo que ahora los ocupa es la construcción de viviendas transitorias en comunidades marginales. Se trata de módulos de madera que miden 18 m2 con techos de lámina que se levantan sobre pilotes, a fin de evitar inundaciones por lluvias y el ataque de plagas.

"Yo sé que esto es mientras salen otras oportunidades", asevera Ingrid Vidal, madre de tres niños, que ayer barría afanosamente la superficie de madera en la que ahora estará el dormitorio de su casa. "Tengo que mejorarles la calidad de vida", agrega.

A las obras en Charallave se suman 20 viviendas y 60 voluntarios que en simultáneo trabajan en Turgua y Mariches; las otras dos comunidades escogidas para esta tercera jornada de construcciones. Con estas 30, serían 45 las casas que hasta ahora han levantado las manos voluntarias de Un techo para mi país, cifra que aún está lejos de conformar las 200 que prevén tener a finales de año.

Langdon explica que la misión no es establecer nuevos asentamientos y que solo intervienen en comunidades en las que históricamente no se han registrado riesgos ambientales. En el caso de las construcciones que en abril y mayo de este año hicieron en el sector La Cruz de Turgua, recuerda que respetaron los límites establecidos por Protección Civil en zonas de alto riesgo.

"Hay dos tipos de cambio: el cambio material y el de las ideas. Esta es una manera de decir 'tenemos que cambiar, tenemos que mejorar nuestro sistema de vida'. No puede ser que todo nos lo den; tenemos que participar", dice Yaneth Camacho miembro del consejo comunal Generalísimo Francisco de Miranda el cual sirvió de enlace entre la ONG y la comunidad.

"Dar una solución en términos del techo incita a las familias a que mejoren progresivamente", destaca Langdon sobre el programa de construcción que además se completa luego con un plan de "habilitación social" que incluye talleres de educación, capacitación en oficios y actividades culturales.

Pero la ganancia no es solo para la comunidad sino también para los voluntarios quienes al tiempo que abren huecos y miden terrenos bajo la inclemencia del sol mirandino, comparten con los vecinos.

"Creo que una lección muy bonita que nos llevamos los voluntarios es que estamos dando un aporte de Venezuela para Venezuela. Aquí no hay remuneración económica sino espiritual", destaca Luis De Casas quien dirige una cuadrilla de construcción tras haber participado en las construcciones anteriores.

Para Blanca Napolitano, estudiante de Arquitectura de la UCV, es la primera vez pero seguramente no la última. "Es un trabajo fuerte pero al final ves a la familia contenta con su casita nueva y eso lo vale".

Mañana culmina la jornada en las tres comunidades y en Charallave ya saben cómo celebrarán la despedida. ´Para Andrés, uno de los voluntarios, habrá una torta de cumpleaños; para el resto del grupo, litros y litros de papelón con limón. Habrá también sonrisas, fotografías y la promesa de regresar. Será el próximo lunes cuando, tras la reunión de evaluación, Un techo para mi país se prepare para la cuarta jornada de construcciones.

El Universal
02-08-2011


Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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