Desde esas veinticinco hectáreas iniciales irradió el crecimiento urbano hacia el Norte en dirección del Camino de Los Españoles, por el Sur llegó y sobrepasó las orillas del Guaire, hacia el Oeste generó Catia y El Valle y ocupó todas las tierras accesibles desde la Carretera del Este, afirma el arquitecto Victor Artis.
VICTOR ARTÍS
Caracas.- Las veinticinco manzanas iniciales de Caracas permanecieron como el foco central de la ciudad hasta mediados del siglo veinte. Junto con vivienda contenían las principales actividades de gobierno, cultura y comercio, este especializado en sitios: zapaterías entre Madrices y San Jacinto, vestimenta entre Torre y Madrices, joyería y lujo entre Bolsa y Mercaderes y juguetes entre Gradillas y Sociedad y el mercado principal en San Jacinto. Había mayoristas y representantes, manufacturas de textiles, editoriales de periódicos y revistas ferreterías y demás actividades propias en los centros de las ciudades. Desde esas veinticinco hectáreas iniciales irradió el crecimiento urbano hacia el Norte en dirección del Camino de Los Españoles, por el Sur llegó y sobrepasó las orillas del Guaire, hacia el Oeste generó Catia y El Valle y ocupó todas las tierras accesibles desde la Carretera del Este. Esa ampliación urbana generó dos ciudades, la formal, dotada de servicios, accesos y equipamientos y la informal que tapizó colinas y quebradas con viviendas, inicialmente precarias y siempre carentes de servicios y confort.
Aumentar más de diez veces la población en cuarenta años requirió nuevos y mejores componentes urbanos. El comercio, como siempre, va tras los habitantes, e instituciones emblemáticas optaron por construir sedes fastuosas dispersas en sitios disponibles, no siempre acertados, decisiones posibles por contar con recursos abundantes y por faltar autoridades permanentes para conducir el crecimiento. Para los abogados convenía la cercanía entre la Corte Suprema, los tribunales, el Registro, dependencias oficiales y bancos. Igual ocurría con otras profesiones, por ello el centro que era un espacio dinámico, ideal para desplazarse a pie y promotor de las relaciones entre los ciudadanos, ha perdido prominencia.
No hay que lamentar el crecimiento pero si el carecer de una estructura urbana clara y eficiente a pesar de la forma lineal de la ciudad que permite muchos desplazamientos transversales breves. Es una ciudad hecha por sí sola, casi espontanea, no debida a planes, formulados por más de cincuenta años, pero que en realidad solo son dibujos, o mapas para incorporar hechos cumplidos. Inobjetables como diagnósticos pero intriga que cada actualización se plantee como un inicio, sin reseñar satisfacción por logros derivados de planes precedentes. Parece que los actores se consideran como espectadores, lo cual puede provenir de la falta de continuidad institucional y origina que nadie crea ser responsable de la ciudad. Las propuestas pueden ser excelentes pero no pasan de ser deseos sin prioridades, etapas ni finanzas, lo que ha contribuido a generar ciudades mediocres, ineficientes, congestionadas donde son notables la falta de un sentido de pertenencia y la inseguridad.
La excepción ha sido la planificación y desarrollo de Ciudad Guayana, experiencia que no ha percolado y donde convergieron la técnica más avanzada y excelentes profesionales del país. Por los lamentables resultados de las demás propuestas urbanas deberíamos reconocer que nuestra planificación de ciudades, salvo acciones puntuales, no es apropiada. Solo así tendríamos el punto de partida para hacerlo mejor. No se trata de producir mapas conceptuales excelentes y con muy buen aspecto, sino conducir el crecimiento para construir mejores ciudades.
vartisg@gmail.com
El Universal
24-12-2016
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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