Vista desde South Miami Avenue de uno de los edificios en obras en Brickell. MARTÍN MUÑOZ
Muchos promotores tienen cada vez más problemas para encontrar clientes
La ciudad costera se presentó como una oportunidad para los inversores
El plato de pollo crujiente aromático cuesta 96 dólares (84 euros) en Da Tang. Es una opción más económica que el corte de wagyu en vino de ciruela, que sale por 148 (129 euros). Ni el menú ni los precios están pensados para los paladares de la mayoría de los residentes de Miami.
Al dueño del restaurante no le importa. No lo ha abierto para ganar dinero. Para eso, para ganar mucho dinero, invirtió 78 millones de dólares (algo más de 68 millones de euros) en la compra de un solar en Brickell, donde planea construir dos torres gemelas de 80 plantas que serán las más altas de Miami.
El restaurante es solamente una herramienta comercial. Potenciales inversores son traídos de China a Miami en aviones particulares, paseados por las zonas del Downtown, el Miami River y Brickell y luego agasajados en Da Tang.
El cerebro detrás de esta operación es Shan-Jie li, uno más de los muchos promotores de Miami que asisten con inquietud a la inestabilidad de la nueva burbuja inmobiliaria.
China es, desde hace dos años, el lugar al que se han dirigido las miradas de todos los promotores. Agotadas las posibilidades de los mercados habituales ante la fortaleza del dólar, la situación de la economía brasileña y la debilidad del rublo, en abril del año pasado un grupo que representaba a varias compañías inmobiliarias hizo una gira por el país asiático intentando presentar Miami como un destino interesante para la inversión. Las cosas no fueron demasiado bien, aparentemente. Los chinos representan solamente el 2% de la inversión extranjera en la ciudad.
Si uno se monta en el coche en Brickell Avenue y cruza el puente sobre el río, gira al llegar a Biscayne Boulevard y se mantiene en esa avenida hasta la calle 36 podrá ver, en ocasiones a su izquierda, en otras a su derecha, un total de 31 obras en marcha, además del museo de ciencia cuyas obras se han paralizado por falta de dinero.
De estas construcciones, todas son torres de apartamentos de lujo. Y por torres entendemos proyectos de más de 30 plantas, y por lujo se entiende que hablamos de más de 300.000 dólares (263.0000 euros) por un apartamento de una habitación y de varios millones por el penthouse.
Entre estas obras está un centro comercial -obviamente de lujo- en Brickell que tendrá que competir con otro, también de lujo, que se está empezando a construir a apenas dos kilómetros de distancia, que ocupará siete hectáreas de terreno y que tendrá el humilde nombre de Miami World Center and Paramount. Uno de los mayores proyectos de desarrollo urbano de Estados Unidos, en el que están trabajando un buen número de diseñadores, planificadores y arquitectos.
En esta treintena de proyectos no están contabilizados los que se están llevando a cabo en Miami Beach o en Sunny Isles, otras zonas del área metropolitana invadidas por las grúas.
Problemas para los promotores
Mientras los camiones entran y salen de las obras, los promotores tienen cada vez más problemas en encontrar clientes interesados en comprar unidades. Si hace un año bastaba con sentarse en la oficina y contestar al teléfono para vender un apartamento, las cosas han cambiado o como dicen los economistas, se han enfriado.
Promotores que vendían 100 unidades por semana en marzo del año pasado, ahora reportan ventas de 20 unidades en el mismo plazo de tiempo. Además, lo que antes costaba 850 dólares (746 euros), ahora se ofrece por 600. Antes se compraban apartamentos en efectivo, ahora el FBI ha comenzado a prestar atención a este tipo de transacciones.
A pesar del enfriamiento, el pánico no ha cundido entre las compañías inmobiliarias. Con la lección aprendida después de la última explosión de la burbuja, estas compañías requerían el pago del 50% del precio final, en la mayoría de las ocasiones antes de comenzar si quiera la construcción.
Una medida que hace a los que compraron hace dos o tres años pensarse mucho abandonar su inversión. En realidad, se trata del final del ciclo, que en Miami viene a durar entre siete y ocho años. Surge la demanda, se financia, se construye demasiado -momento en el que nos encontramos ahora-, se vende a la baja lo que sobra y se vuelve a empezar.
MARTÍN MUÑOZ Miami
El Mundo
19-04-2016
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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