JUAN CARLOS PARISCA PÉREZ
La nueva dirección de este periódico ha tenido la gentileza de invitarme a contribuir con sus espacios de opinión, distinción que he acogido con mucho interés. Este diario tiene una historia de más de un siglo. Raro récord en esta patria. Probablemente sea una de las empresas privadas más antiguas del país. A lo largo de este lapso El Universal, con su conocida orientación, ha estado presente en todos los acontecimientos políticos y sociales ocurridos durante el mismo. Que no ha sido poca cosa, si recordamos que en ese período ocurrieron el gobierno de Gómez, el nacimiento de la democracia, el 18 de octubre, Pérez Jiménez, el 23 de enero, la Cuarta República, Chávez y el proceso actual. Esta presencia, como marco de la nueva orientación que se ha propuesto dar a sus páginas, abrirá seguramente una eta- pa donde la misma tendrá un fuerte impacto en la evolución política del país en los próximos años.
Mi propósito es abordar variados temas. Hay tanto de que hablar en un momento como el que, por suerte, nos ha tocado transitar. Pero quiero dedicar estas primeras líneas a un tema vinculado al devenir urbano de nuestra ciudad, en esta época de profundos cambios.
En efecto, en esta etapa se producirá gradualmente la recuperación del espacio urbano de Caracas, cuyo desarrollo ha estado estancado desde hace más de cuarenta años.
Dice la filosofía que todo bien transable tiene un valor de uso y un valor de cambio. El valor de los terrenos debe ser el valor de uso. Es decir, el valor derivado de la importancia que el terreno tenga para los que en él viven y se mueven. El valor de cambio es, por contraste, el derivado de su condición de mercancía. El valor de uso en el caso de la tierra urbana es el que garantiza el beneficio para todos los usuarios de cada espacio, para residir, para trasladarse, para trabajar, para disfrutarlo. O sea, para vivirlo.
El único que puede impulsar la recuperación urbana de Caracas, llegando al fin de este largo proceso de estancamiento, es el Estado. Que es el único que puede utilizar los fondos de los venezolanos, de acuerdo con el valor de uso del terreno.
Una muestra de ello es el caso de la Torre Confinanzas, proyecto inmobiliario emblemático por las dimensiones y la calidad arquitectónica original del edificio, en cuya concepción participaron varios de los profesionales de mayor experiencia de la segunda mitad del siglo XX, todo impulsado por la audacia de su promotor, David Brillembourg, quien reunía una enorme fortuna con una importante experiencia bancaria y un paso importante por la política de la época. Todo hacía pensar que el resultado sería un gran éxito económico, alojado en una estrella más del firmamento urbano caraqueño.
No fue así. Falleció el promotor en 1992 y los herederos fueron abrumados por la crisis bancaria de 1994. Las quiebras sucesivas y reiteradas del capital venezolano, dieron al traste entonces con la Sociedad Financiera Confinanzas y otras instituciones que habían venido financiando la construcción de la torre, la cual finalmente se paralizó, pasando ésta a manos del Estado, en pago de la ayuda financiera entregada.
Veinte años
Luego vinieron los veinte años de paralización, desde 2004 hasta 2014, durante la cual muchos de los que no tenían vivienda resolvieron su problema, ocupando lo que tenían que ocupar. Y está siendo el Estado, movilizando por las buenas a los ocupantes, para darles el alojamiento que buscaron y encontraron entre las ruinas de la torre, para posibilitar así la recuperación de la misma. Cómo contrasta este proceso con el caso, también emblemático, de cuando mi General Pérez Jiménez hizo ciudad en Dos de Diciembre (23 de Enero), sacando los ranchos con la Guardia por delante, para hacer tabla rasa y construir los superbloques. He tenido la suerte de presenciar estos dos casos. Los tractores tumbando ranchos en Monte Piedad y a David, a quien conocí personalmente.
Esta historia catastrófica es una de las últimas crisis que han demostrado lo endeble del principio que pretende que la inversión inmobiliaria sea el motor del desarrollo urbano. Al menos en Venezuela nunca ha sido así. Al final siempre han sido los fondos de los venezolanos los que promueven el desarrollo urbano. En el pasado, cuando era el Gobierno a través de la banca privada, o ahora, que es el Estado directamente el que acude al rescate para la recuperación de las ruinas urbanas. Siempre son los fondos de los venezolanos.
Ahora es el Estado manejando esos mismos fondos a través de la Gran Misión Vivienda Venezuela, gigantesco proyecto de inversión inmobiliaria de alcance nacional, el que terminará transformando el espacio urbano de Caracas, para dar por terminado este largo período de estancamiento, como dije antes. Tremenda paradoja, que no es tal, si a ver vamos.
juan.parisca@sigoweb.com
El Universal
01-09-2014
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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