MARCO NEGRÓN
El clima de extrema turbulencia que se vive en el país desde principios de febrero ha hecho que todo, excepto el día a día, quede arrinconado en un perdido ángulo del cerebro. Y es casi inevitable: la extrema brutalidad, en todos sus significados, con que el Gobierno responde a protestas cuya legitimidad está fuera de discusión genera una creciente indignación que termina por alimentar respuestas cada vez más radicales de la otra parte. Ni remotamente estas pueden compararse a las bárbaras agresiones de la GNB, la PNB y los colectivos paramilitares que ellas protegen, pero es evidente que con ello se busca inducir extralimitaciones que le sirvan a un gobierno inmoral y de legitimidad discutible para encubrir sus responsabilidades. Y no es fácil apartar nuestra mirada, así sea por un instante, de esta amenazadora situación.
Sin embargo, pese a la adversidad de la coyuntura y sin abandonar la protesta, es indispensable mantener la reflexión acerca de los desafíos que estarán frente a la nación una vez que se supere este oscuro momento y sea posible pensar en opciones para la reconstrucción social. Y uno de los que, no sin timidez, ha emergido es el de los barrios informales y los intereses de sus habitantes: su disponibilidad, en el supuesto de que puedan ascender en la escala social, a seguir viviendo en ellos o dejarlos por otra localidad.
Ciertamente, entre nosotros se ha estigmatizado el barrio al extremo de que frecuentemente se lo ha visto como una excrecencia o un cáncer urbano, una visión tan errada como injusta que ignora que han sido sus habitantes, enfrentados a la adversidad y al orden establecido, quienes han librado la más tenaz lucha por habitar en la ciudad y hacerse ciudadanos.
Muchas experiencias demuestran que los barrios pueden mejorar físicamente de manera notable y convertirse en espacios de calidad equivalente y a veces hasta superior a la ciudad formal. Sin embargo, lo primero a superar es su estigmatización, lograr un cambio cultural que le haga entender a los demás habitantes de la ciudad el coraje y la tenacidad que han desplegado sus habitantes para ganarse la condición de ciudadanos: para ser los más legítimos ciudadanos de este país. Ese día nadie querrá salir del barrio y, por el contrario, más de uno querrá entrar.
@marconegron / marco.negron@gmail.com
El universal
19-03-2014
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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