Pero -por más extraño que suene- las compañías de ese país tienen prohibido exportar crudo libremente.
La restricción se remonta a los años 70, cuando Estados Unidos se vio afectado seriamente por el embargo de varios países árabes y decidió poner en marcha una serie de medidas para limitar su exposición a los mercados internacionales.
Cuatro décadas después, el país dice estar en proceso de asegurar su independencia energética y el aumento considerable en su producción interna ha puesto a muchos a pensar si no habrá llegado el momento de revertir la prohibición.
Importantes centros de estudios como Brookings y el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés) han presentado documentos en defensa de esa idea, así como congresistas de la talla de Lisa Murkowski, la republicana de más alto rango en el comité del Senado para temas energéticos y de recursos naturales.
Sus argumentos se basan en que un cambio en la política estimularía la producción doméstica, ayudaría a crear empleos en la industria y eliminaría eventuales trabas para los productores.
Pero otros legisladores, así como algunas refinadoras, se oponen a un cambio en las leyes. Las principales preocupaciones se refieren a que podría disparar el precio de la gasolina y tendría un impacto ambiental considerable. También se argumenta que podría afectar a los países exportadores de la región, como México y Venezuela (ver recuadro).
La prohibición se refiere exclusivamente al crudo -no a productos refinados- y tiene unas pocas pero importantes excepciones: el Departamento de Comercio ha entregado licencias para la exportación de ciertos tipos de crudo y en circunstancias específicas, como por ejemplo para el consumo interno de Canadá.
“Ingresos, empleo e impuestos” El hecho de que Estados Unidos esté debatiendo a comienzos de 2014 una ley basada en la crisis petrolera de hace 40 años se enmarca en los cambios que han surgido en las dinámicas petroleras del país.
La producción doméstica ya sobrepasó las importaciones, técnicas relativamente nuevas como el fracking están cambiando la forma como se extrae ese recurso y el consumo interno se ha visto afectado al tiempo que aumentan opciones como el gas natural.
Además, Estados Unidos es uno de los mayores exportadores de productos refinados, como gasolina y diesel, y no son pocos los que consideran que en el crudo hay potencialmente un negocio muy atractivo.
Bajo esa luz, la prohibición es vista como un vestigio del pasado y una barrera a la realidad económica actual. “Quiero ser muy clara: el status quo no es beneficioso para los estadounidenses”, dijo la senadora Murkowski.
Para ella, así como para los centros de estudios mencionados, la prohibición impide un mayor desarrollo de la producción y puede generar problemas en las dinámicas actuales.
Brookings explica que en un marco de producción doméstica creciente sólo hay cierta capacidad local para absorber ese crudo. La mayoría de las refinerías pueden procesar el crudo más pesado que viene de países como México y Venezuela, pero no el local. Por ello, según el centro de estudios, hay una incompatibilidad entre la oferta y la demanda.
Eso lo llevó a recomendarle al presidente Barack Obama en un memorando que se abran las puertas a las exportaciones irrestrictas, pues podrían generar “ingresos, empleos e impuestos en la cadena de producción” si se combinan con mayores inversiones en infraestructura.
Varias petroleras también han expresado su visto bueno a un eventual cambio. Por ejemplo, el presidente de ConocoPhillips, Ryan Lance, argumentó que hay necesidad de crudo a nivel mundial y podría enviarlo a refinerías en el exterior.
Aumento de precios Pero hay otras empresas que no están tan seguras de que el cambio sería beneficioso, como Valero Energy, cuya sede está en Texas y tiene 16 refinerías.
Su vicepresidente para medios, Bill Day, le dijo a BBC Mundo que Valero tiene una licencia del Departamento de Comercio para exportar crudo a Canadá, por lo que no se opone a las exportaciones en general. Pero sí cree que de hacerse ilimitadas, éstas aumentarían el precio del petróleo en Estados Unidos.
Además, explica que tanto Valero como otras refinadoras están haciendo inversiones multimillonarias para procesar el crudo doméstico ligero en sus plantas, por lo que tiene más sentido que “los trabajadores estadounidenses lo procesen en refinerías estadounidenses”.
Otra preocupación es que un posible cambio pueda disparar los precios de la gasolina para los consumidores locales. Así lo han expresado centros de estudios como el Centro para el Progreso de Estados Unidos (CAP, por sus siglas en inglés) y senadores como el demócrata Robert Menendez.
Este último le envió una carta al presidente en la que argumentó que a pesar de los cambios en el mercado energético, los objetivos de la prohibición deberían seguir siendo una prioridad: mejorar la seguridad energética del país y proteger a los consumidores de la volatilidad y el aumento en los precios.
Otra preocupación es el posible impacto ambiental: si se levanta la prohibición, las compañías podrían buscar más pozos petroleros y esto, a su vez, aumentaría la contaminación. Ese es el análisis que presenta, por ejemplo, la entidad Oil Change International, que considera que parte de las reservas deberían permanecer en el suelo.
El tema, con sus visiones a favor y en contra, llegó hace poco al Congreso, donde se debatió en un comité del Senado, y también generó opiniones del secretario de Energía, Ernest Moniz, quien dijo que el tema merece un nuevo análisis.
La decisión final estará en manos del gobierno, que podría actuar solo para cambiar la política, o en el Congreso, que permanece muy dividido en los temas energéticos.
BBC Mundo
Entorno Inteligente
09-02-2014
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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