Los habitantes de la ciudad aseguran que el olor que predomina es el del humo del tubo de escape de los carros
EMILY AVENDAÑO / CRISTINA VAAMONDE
El Metro huele distinto en las mañanas. En las primeras horas del día, el apretujamiento en los trenes se hace menos pesado porque el aroma a perfume de mujer lo hace más llevadero. Los hombres también ponen de su parte: la mayoría huele a jabón y a gel para cabello. En la tarde, el cuento es otro. La jornada de trabajo acabó llevándose consigo los buenos olores. Después de las 4:00 pm, el subterráneo hiede a sudor y cansancio.
Esa historia se reproduce en veredas y avenidas. Los olores de Caracas cambian a medida que avanza el día, pero hay un tufo que es omnipresente: el humo que escapa de los carros penetra en bulevares, plazas, parques y urbanizaciones.
No puede ser de otra manera cuando el total de carros que hay en la ciudad, uno detrás de otro, alcanzarían para cubrir de punta a punta los 4.006 kilómetros de la costa venezolana, y aún sobrarían vehículos.
Fredery Calderón, presidente de la Asociación Civil Por la Caracas Posible, advierte que el parque automotor acaba con la calidad del aire, especialmente el transporte público, porque las unidades datan de las décadas de los años setenta y ochenta: “Caracas tiene un olor característico de una ciudad antagónica. Por un lado, tenemos el parque nacional El Ávila, y por el otro una ciudad que crece de forma acelerada y anárquica en busca de la modernidad. Eso ha hecho que pierda su olor agradable, a flora, y en cambio se impone el olor a monóxido de carbono”.
Todos los cafés instalados alrededor de la plaza Bolívar no logran contrarrestar el smog en el centro de la ciudad. Esa sensación sólo se desvanece al mediodía, cuando aumenta la clientela en los restaurantes de la zona y el olor a sofrito de ajo y cebolla se cuela hasta la pituitaria.
Las naranjas también ayudan. Cada vez que un vendedor de jugo exprime una, su esencia se esparce y por un par de segundos le alegra el olfato al caminante.
Urbe llena de basura. María Sosa, habitante en Candelaria, no tiene que pensarlo mucho para decir que Caracas huele a basura, orine y licor. En algunos rincones de la ciudad es así. En Las Mayas y Mariches el hedor que expiden los vertederos causa enfermedades respiratorias a los vecinos.
En la noche, cuando comercios y edificios sacan los desechos del día, la hediondez toma la ciudad. Cada ciudadano produce un kilo de basura al día, y Caracas tiene 2,9 millones de habitantes.
La ciudad también huele al Guaire, especialmente en Plaza Venezuela, Bello Monte, Las Mercedes y Petare. Isabel Novo, miembro de la Sociedad de Ciencias Naturales La Salle, señal que el olor característico del río es resultado de la materia orgánica que le agregan los ciudadanos. Todas las descargas van a parar ahí y hay pocas plantas de tratamiento.
“En el olor de la ciudad incide que no se ha hecho el saneamiento del río Guaire, la falta de embaulamiento de las quebradas y de tratamiento de las aguas residuales. No hay un manejo adecuado de los desechos sólidos ni de las aguas servidas. Somos lo que respiramos, pero no existe una política pública de calidad del aire. El Ministerio del Ambiente no hace las mediciones y faltan equipos adecuados para hacerlas”, asegura Calderón.
Indica que habría que implementar políticas de espacios públicos para que la ciudad tenga mejor calidad de aire.
Contrastes. Caracas es una ciudad convulsionada, mestiza y caótica. Ese caos se manifiesta en sus olores. Frente al mercado de Quinta Crespo huele a humo y a basura, pero también se siente el aroma de verduras, frutas y especies. El olor a piña golpea el olfato, pero al adentrarse por los pasillos comienza a oler a pescado. Los olores de la ciudad se relacionan con la gastronomía y con El Ávila.
En la falda de la montaña se respira el Capin Melao, planta que cubre extensas áreas del parque nacional y es responsable de la mayoría de las alergias decembrinas. Ese es el aroma que se respira en la Cota Mil.
A los vecinos de San Bernardino, Caracas les huele a tierra mojada. “En la época que baja la neblina. Entre las 4:00 pm y las 5:00 pm huele a verdor y a humedad”, dice Peter Kiss, habitante de la zona desde 1952.
Como en el Metro, las fragancias vinculadas a la comida varían mientras avanza el día. Muy temprano huele a café y a pan recién horneado. Adentrada la mañana comienza a oler a empanadas. Al mediodía, huele a fritangas.
Josefina Maldonado asegura que a las 3:00 pm el bulevar de Sabana Grande se impregna de olor a golfeados. En las noches, las esquinas de Caracas huelen a esa mezcla de cebolla, repollo rallado y salsas que no puede ser otra cosa que perros calientes.
Cada lugar de Caracas tiene su esencia. Si se camina el bulevar de Sabana Grande pegado a las tiendas huele a zapatería. El bulevar de Catia, en cambio, huele a cigarrillos y a detergente. El Paseo Vargas huele a cemento debido a las construcciones de la Misión Vivienda. La esquina de Bucare de la avenida Baralt tiene olor a pan, y la de Miguelacho en Candelaria huele a chicle y también a parrilla. En Los Cortijos se respira el fondo de las botellas de cerveza y en Los Ruices, a tabaco.
Contraloría ambiental
Nuestra metrópoli es hoy más caliente, seca y poluta que en décadas pasadas. Están seriamente comprometidas la calidad y cantidad del agua, el aire, los suelos, los bosques, la vegetación urbana y la biodiversidad, debido a la ausencia de políticas públicas adecuadas, por las deficientes e insuficientes labores de vigilancia y control, así como también por las dificultades para ejercer la contraloría social.
En cuanto a calidad del aire, el principal foco de contaminación es el grueso y desfasado parque automotor (sobre todo el transporte público y de carga), aunado a los problemas de movilidad. Debido a las emisiones contaminantes –monóxido de carbono, partículas, plomo– la polución se ha incrementado en concentración y tamaño de partículas en suspensión; también a causa de la operación de plantas concreteras por la reactivación de la construcción de viviendas.
Desde la asociación civil Una Montaña de Gente las recomendaciones son la identificación y medición de fuentes de emisiones contaminantes y la publicación periódica de resultados. Si se toma en cuenta que la calidad ambiental incide en lo socioproductivo, hay que realizar permanentes análisis de impacto en términos de costo ambiental, determinar opciones de mitigación y establecer, sobre esta base, ajustes en regulaciones y medidas de control eficaces, para cumplirlas y hacerlas cumplir.
Las amenazas son, a la vez, retos y oportunidades para hacerlo bien o para mejorar. Como aliciente, están las tres líneas de acción del Ministerio del Ambiente, a partir del reciente ingreso del nuevo gerente, Dante Rivas: Agua, Bosques y Gestión de los Residuos.
El Nacional
23-07-2013
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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