Los urbanismos entregados recientemente por el gobierno reúnen a familias de distintos sectores y con costumbres muy distintas. Se trata de un proceso de adaptación que se está acompañando con una serie de normas, que en algunos lugares ya ni quieren
Una casa nueva le puede cambiar la vida a una familia, y cuando se trata de cientos de familias que llegan nuevas a un mismo lugar, cambiar de estilo de vida y aceptar reglas comunes es casi una obligación.
En Ciudad Caribia, La Limonera, El Calvario, Terrazas del Alba y la avenida Lecuna las personas que han sido beneficiadas han intentado establecer normas de mantenimiento y convivencia. Pero una cosa es la teoría y otra es la práctica.
"Cuando llegamos nos dijeron que los niños no podían estar fuera después de las 9 de la noche, pero ya ni eso lo cumplen, la gente parece que no quiere cuidar y la música la ponen a todo volumen", comenta Deisy Ávila, quien vive en La Limonera desde el 11 de mayo.
Ávila piensa que si hubiesen traído familias del mismo barrio, quizás la convivencia y la adaptación hubiera sido distinta. Ella viene de Las Dalias, en Santa Cruz del Este, y así como el pasado no dejaba que sus nietos estuvieran en la calle, ahora tampoco les permite jugar fuera de la vivienda.
En Terrazas del Alba, urbanismo que empezó a recibir familias desde el 2007, tienen más experiencia en cuestión de convivencia. "La gente poco a poco está creando conciencia de vivir en una comunidad, pero hay otros que tienen el cerro en la cabeza y uno no los puede cambiar", explica Luis Ríos, miembro de la junta de condominio de la torre I.
Muchas costumbres del barrio se han trasladado a estos conjuntos residenciales y muchos temen, sobre todo por el consumo de drogas y la violencia. "A mi me encanta vivir aquí, lo único que no me gustan son los vecinos. Aquí trajeron gente de distintos barrios y esto se puso peor, y además uno no puede reclamar nada a nadie", señala Lilibeth Mata.
Nicolasa Veroes considera que hay muchos vecinos que no colaboran y mucho menos cuidan los apartamentos y espacios comunes, a pesar que la limpieza es repartida entre todos. "Hay gente que no merece estar aquí y si uno reclama lo que hace es ganar enemigos", agrega.
Desde Ciudad Caribia, Jairo Padilla, señala que se establecieron junto al consejo comunal una serie de normas para garantizar la convivencia. La limpieza corre por cuenta de los mismos habitantes, beber alcohol en espacios públicos está prohibido, así como hacer fiestas con música a todo volumen después de las 12 de la noche. "Si no hacen caso, aquí tenemos a la Guardia y la Policía Nacional", advierte.
Los recién adjudicados solo pueden tener buenas expectativas y esperan que las buenas relaciones se mantengan. "Yo apenas conozco a algunos vecinos que estaban en mi refugio en el Marriott, pero al principio todo es bueno y bonito, hay que esperar a ver como terminan las cosas", sostiene Milagros García. Como dice el mismo presidente Chávez, se trata de "vivir viviendo".
El Universal
08-01-2012
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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