A propósito de la discusión que sigue provocando la aprobación del Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS 100), que implica la expansión de la capital y cuyas consecuencias han sido ampliamente cubiertas por La Tercera, nos parece que hay que decir con claridad algunas cosas.
En primer lugar, se ha alabado la utilización de un "urbanismo por condiciones". Evidentemente, poner condiciones a la urbanización es mejor que no hacerlo, pero eso es sólo una herramienta de gestión para lograr una estrategia territorial que en Chile no existe, porque no hay una política urbana. ¿Por qué queremos potenciar el crecimiento de Santiago, que arriesga convertirse en una megalópolis inmanejable que ya concentra el 40% de la población del país?
Se podrá decir que con el PRMS 100 sólo se está ordenando el crecimiento. No lo vemos así: existen decenas de incentivos a la ubicación de población en regiones que no se están usando. Por lo demás, en una urbe como Santiago siempre será preferible estudiar la reconversión de áreas centrales bien equipadas en vez de expandir el área urbana. Aun si se trata de ordenar el crecimiento, sería creíble si, en vez de una expansión radioconcéntrica que equivale a cuatro veces el área de la comuna de Santiago, ésta se localizara a lo largo de corredores de transporte público estructural (trenes de cercanías, Metro, etc.) conectados a la red.
Esa fórmula garantizaría tiempos de viajes razonables y disminución de la dependencia del automóvil. El escenario actual, que supone que estar cerca de subcentros bastará para el transporte de la nueva población, es insostenible. El plan no se ha pensado desde la movilidad, lo que lo hace poco sustentable e injusto tanto para los que vivirán en las nuevas zonas como para los que sufrirán las consecuencias. El Transantiago ya es deficiente y, paralelamente, las comunas que más han aumentado el parque automotriz en la última década son justamente aquellas donde Santiago va a crecer.
Como sólo el 8% de ese crecimiento será vivienda social, el 92% restante buscará, tan pronto como pueda, adquirir un vehículo. Más autos, más tacos, más contaminación. Tampoco funciona el argumento de las nuevas áreas verdes: todos queremos que aumenten, sin duda, pero, ¿por qué hacerlo en la periferia más alejada donde no habrá habitantes para disfrutarlas, cuando lugares claves de Santiago (el parque del borde del Mapocho, el Zanjón de la Aguada, el Canal San Carlos, etc.) aún esperan su concreción?
Por último, sobre la mantención de estas zonas, los inmobiliarios ya se han quejado por los costos que deberán pagar los próximos cinco años. ¿Y luego qué? ¿Será el mismo sector público que tiene enormes dificultades para cuidar los parques y plazas existentes, el que deberá mantener una superficie equivalente a 1,6 vez el Parque Metropolitano ubicada en los extramuros de la ciudad y alejada de las mayores densidades?
La ciudadanía debería entender claramente lo que está en juego: el destino de sus impuestos, la calidad de los espacios públicos que existen y del aire que respiramos, así como el deterioro aun más acelerado de la circulación vial para toda la ciudad.
tercera.com
14-06-2011
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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