Construcciones de Las Mercedes borran del mapa bienes patrimoniales. Para la arquitecto y crítico Hannia Gómez, directora de la Fundación de la Memoria Urbana, el descuido de los bienes impone urgencia
JULIO MATERANO
Es mediodía, la hora de almuerzo declarada, y los taladros nada que cesan en Las Mercedes. La estridencia que despide la retroexcavadora de enfrente es ensordecedora y de inmediato el bullicio se fusiona con una nube espesa de tierra amarilla. El sol arde, la máquina Caterpillar escupe una bocanada de escombros y la demolición del Gook Lock avanza desvergonzada en esa urbanización.
La ahora edificación derruida, que data de los 50, es huella y testimonio del acervo que perfila la fisonomía de Caracas, una ciudad que congrega 2.200 bienes, espacios y paisajes de interés cultural, según el pre-inventario erigido por la Fundación de la Memoria Urbana en Caracas y Vargas.
La destrucción del Gook Lock, un inmueble de autor desconocido, reinaugura la polémica en torno a la demolición de estructuras que vislumbran el verdadero carácter de una urbe cuyo patrimonio pasa inadvertido y parece quedar a su suerte: en manos del negocio inmobiliario, un ramo que desde 2010 ha levantado más de 20 edificios en Las Mercedes, según el movimiento CCSen365.
El Cine París, que inició sus actividades en 1954, y luego se transformó en el Teatro La Campiña en 1978, el otrora estudio de RCTV, no está fuera del camino de la implacable bola de derribo. Hoy los vecinos desconocen el destino de la obra que se encuentra cercada con láminas de metal, ignoran si está en remodelación o en demolición. El diseño de este edificio no es fortuito, su perfil reproduce los rasgos más distintivos del teatro Universum de Erich Mendelsohn de Berlín, pero en una ciudad sin apego.
Para la arquitecto y crítico Hannia Gómez, directora de la Fundación de la Memoria Urbana, el descuido de los bienes impone urgencia. Asegura que es necesario salvaguardar lo construido durante el siglo XX, para proteger el legado de la modernidad. Gómez, quien percibe la ciudad como una totalidad, explica que no todo lo viejo se puede salvar, pero pide revisar la historia, el valor y el carácter excepcional de cada construcción, una suma de cualidades capaz de conferir valor patrimonial a una edificación.
Desde 2003, reseña el blog Caracas Perdida, un sitio especializado en arquitectura, se han demolido por lo menos 40 estructuras de interés patrimonial. De ese número, más de 20 fueron derribadas en la última década. Pero la situación podría ser más dramática, pues la web no ha incluido las demoliciones de reciente data. Se trata, grosso modo, de un fenómeno de liquidación urbana que avanza con saña y que tendría que ser dirimido por el Instituto de Patrimonio Cultural. "Se está borrando la memoria urbana sin que quede registro. Y las alcaldías se amparan en la desidia del IPC para no hacer nada", denuncia Gómez.
Pero el negocio de la demolición, aupado por las alcaldías, no es fortuito. La práctica se remonta a la bonanza petrolera tras la muerte de Juan Vicente Gómez en 1935. Aquel acontecimiento, que marcaba el fin de la dictadura, aceleró la aniquilación de todo lo viejo: las modestas casas coloniales o casi cualquier cosa que se hubiera levantado en cuarenta años de gobierno andino.
Hoy la destrucción cobra vigencia con el diezmo de Las Mercedes y Campo Alegre, esta última construida por Manuel Mujica Millán en la década del 30. "En Las Mercedes había mucha arquitectura neovasca, de los 40; casonas que se consiguen en Altamira y en el Country Club. Su demolición afecta la comunión con lo público", dice el vecino José Díaz.
En algunos casos, el problema estriba en que existen zonas y bienes de valor histórico o arquitectónico que no tienen ningún tipo de resguardo patrimonial. Pero aun cuando los ejecutivos locales carecen de direcciones para proteger el patrimonio, Hannia Gómez explica que las alcaldías de Baruta, Chacao, Sucre, El Hatillo y Libertador tienen facultades para hacer declaratoria de bienes de interés municipal. "Estamos indefensos para la defensa del patrimonio", reconoce.
Uno de los pioneros en hacer una lista de bienes fue Henrique Capriles durante su última gestión como alcalde de Baruta. En esa ocasión la jurisdicción exoneró a los propietarios de impuestos y les otorgó prebendas para incentivar su cuidado. Pero la labor de actualizar y salvaguardar la lista de patrimonio se torna pedregosa. Las últimas declaratorias en Caracas fueron efectuadas por el IPC en 2009, en Libertador.
Los urbanistas piden que se reanude la declaratoria para aumentar el radio de protección. Pero en algunos casos, el decreto de patrimonio se convierte en una dolencia para los dueños. Es la otra cara de la moneda. En La Pastora, Campo Alegre o el Country Club algunos de sus habitantes resienten la medida que frustra cualquier posible transformación. En el casco histórico de San José, más de 800 casas construidas entre finales del siglo XIX y principios del XX se deterioran. Y muchas viviendas debutan en el negocio de alquiler de habitaciones. La historia, el pasado y la propia identidad de la ciudad son desfigurados entre la desidia y el afán de lucro.
"Si no formulamos una crítica en contra del IPC y de las alcaldías, lo que va a pasar es que cuando recuperemos la democracia y entren los capitales, toda la ciudad va a ser como Las Mercedes", alerta Hannia Gómez. La fiebre por lo contemporáneo navega a contracorriente de la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural y pone en riesgo la totalidad de la obra de Carlos Raúl Villanueva que aún está sin inventariar. Hoy, la Fundación de la Memoria Urbana insta a la Asamblea Nacional a promulgar una ley de transferencia de derechos de aire, que no es más que un instrumento para salvar el patrimonio y los intereses de sus propietarios.
En otro plano
Entre los bienes demolidos se cuentan las quintas Elizabeth, construida en 1940 en Altamira, y El Rosal, erigida en 1930 en Campo Alegre. Ambas fueron derribadas en 2013 y forman parte del preinventario levantado por la Fundación de la Memoria Urbana para el Instituto de Patrimonio Cultural en 2005.
A la lista de inmuebles borrados en 2013 se suman el Edificio Miami (1950) en El Rosal y La Casa de Tejas del casco de Chacao, una construcción de 1890 que fue declarada Bien de Interés Cultural de la Nación y se desplomó hace 5 años por descuido.
En 2012 fue el turno de la Quinta Paraguaná (1940) en Campo Alegre. Y un año antes las máquinas pasaron sobre la Topita (1940) en San Marino y la San Luis (1930) en Campo Alegre. En 2010 le toco a la Quinta Marina (1940) en El Rosal y en 2016 al Gastizar.
El Universal
28-04-2018
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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