Entre los meses de junio y julio pasados, tuve la oportunidad de participar como ponente en dos eventos académicos de seguridad, en la capital de México y en Quito. Cuando se viaja a este tipo de actividades es casi imposible no prestar especial atención a las particularidades de seguridad de los entornos.
Cada una de estas ciudades tiene características y coincidencias muy particulares.
Ciudad de México en el 2014 fue incluida por la ONU en su estudio “Perspectivas Mundiales de Urbanización”, como una de las diez más pobladas del mundo, por sus poco más de veinte millones de habitantes. A pesar de las innegables complicaciones que como a todo país aquejan, llamó poderosamente mi atención que las conversaciones giraran alrededor de otros aspectos de la vida diaria, donde la seguridad no se subestimaba, pero tampoco creaba alarma. El tema pareciera no ser el problema que más preocupa a sus ciudadanos.
El año 2016 cerró con una población total para el Ecuador, de 16 millones de personas, es decir, que podría ocupar sobradamente los espacios de la capital mexicana. Según el Instituto de Estadísticas y Censos, Quito en el 2010 (fecha del último censo) tenía 2.230.000 habitantes, con una proyección para el año 2020 de 2.780.000 personas. Esta ciudad no solamente no aparece como una de las 50 más violentas del mundo del ranking elaborado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia penal, sino que ninguna otra del Ecuador es mencionada. El ambiente de confianza que transmiten los ciudadanos ecuatorianos ratifica las estadísticas de homicidios de 5,6 cada 100 mil habitantes, por lo que se considera uno de los países más seguros del mundo.
Ópticas diferentes
Cuando se trata de analizar la importancia que tienen las urbes a nivel internacional y especialmente en América Latina, existen ópticas diferentes, más aún cuando se considera su pasado, el presente y lo que pudiera ser su futuro.
El venezolano Moisés Naim durante catorce años dirigió la revista Foreign Policy y en el 2011 fue galardonado con el Premio Ortega y Gasset de periodismo a la mejor trayectoria profesional. En el año 2013 fue incluido por la revista británica Prospect, en la lista de los pensadores más importantes del mundo. En una de sus obras más reconocidas, “El fin del poder”, Naim destaca el cambio que se ha ido produciendo en el intercambio de poder, entre las capitales y los gobiernos de más pequeña dimensión como los locales y regionales. Una marcada tendencia hacia la descentralización estaría alterando el poder político y por ende la capacidad de influencia en la toma de decisiones.
Philip Kotler fue nombrado por The Wall Street Journal como uno de los seis pensadores más influyentes del mundo. Es coautor junto a su hermano Milton Kloter, otro premiado profesional experto en estrategias y gestión de marketing, del libro “Marketing de ciudades”. Allí resaltan la importancia actual y futura que tendrán los grandes centros urbanos para el desarrollo de las naciones y la prosperidad de sus ciudadanos.
Población global
Entre los relevantes datos a reflexionar, está que, según el Instituto McKinsey Global, para el año 2011, las 600 ciudades más importantes del mundo alojaban al 20% de la población global y generaban un 50% del Producto Mundial Bruto (PMB). Estiman un próximo crecimiento económico de su Producto Interno Bruto (PIB) a más del doble sumando un 67% al PMB mediante un aporte de 65 billones de dólares. Para los hermanos Kotler, el futuro de las naciones en cuanto a su desarrollo, tiene como protagonistas a las grandes ciudades, las cuales serán las generadoras de prosperidad y poder económico.
Más allá del tamaño y de las particularidades culturales de cada urbe cabe preguntarse, ¿Cuáles son los factores que contribuyen a su crecimiento, a ser valoradas por sus ciudadanos y consideradas por los inversionistas? Creo que varios de los mencionados por los Kotler: cadenas de producción, demografía, liderazgo cívico y político, respaldo del gobierno central, núcleos industriales, potencialidad en cuanto a incentivos y estabilidad social que se evidencie en favorables niveles de seguridad ciudadana. Este último componente es considerado clave, ya que forma parte inseparable de las necesidades básicas a cubrir para todo ser humano y que contribuye a un ambiente de bienestar y tranquilidad.
Por tanto, los Estados, los ciudadanos, las instituciones públicas y privadas deben unir esfuerzos, fortalecer los lazos sociales e incorporar políticas y conceptos técnicos de seguridad y prevención del delito, para hacer y mantener las grandes ciudades como alternativas con la calidad de vida que todos se merecen.
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El Universal
02-08-2017
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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