Metrocable - Ciudad de Medellín
En Venezuela es común encontrarnos con alguna estadística escondida que nos revela otra faceta más de nuestro país. No hace mucho tiempo la mayoría de los venezolanos empezamos a rodar ese fatídico dato que señalaba a nuestro país como uno de los más peligrosos del mundo. Sin embargo, existe otra estadística mucho más desconocida de la cual ignoramos sus causas y consecuencias: la población urbana. De acuerdo con el Banco Mundial, Venezuela (89%) es uno de los países más urbanizados del mundo –entendiéndose esto como el porcentaje de población que vive en zonas urbanas– inclusive por encima de potencias mundiales como Canadá (82%), Francia (79%), Reino Unido (82%) y Estados Unidos (81%). Es decir que además de ser un país petrolero, somos un país eminentemente urbano. En un mundo donde para el año 2050 se espera que la población urbana mundial alcance el 66%, Venezuela, para bien o para mal, ya alcanzó la madurez urbana.
A pesar de esta realidad, tan abrumadora como la situación económica y la seguridad ciudadana, resalta el poco conocimiento que el ciudadano de a pie tiene de estas cuestiones tan importantes, más allá de sus necesidades inmediatas. Me sucede a menudo que, por ejemplo, al tener una conversación con algún familiar o conocido, surja la típica pregunta de “qué estudias” o “en qué estás trabajando”. En casi todos los casos, es una conversación que termina en la frase: “¡ah!, eso es como arquitectura…”. Y la respuesta es no. El urbanismo no es lo mismo que la arquitectura o la ingeniería civil. Ahora bien, si a eso que se le llama urbanismo no es arquitectura, pues… ¿qué será?
El urbanismo nace a principios del siglo XX como una respuesta a los problemas de las crecientes ciudades industriales y evolucionó para convertirse en una disciplina que tiene al fenómeno urbano –la villa, la ciudad, el barrio, etc. – como objeto de estudio. Aunque muchas veces se hable de “La ciencia de las ciudades”, el urbanismo no es una ciencia. La economía, la sociología, la demografía, la ingeniería, la arquitectura, la geografía, etc., son algunas de las ciencias de las cuales se vale el urbanismo para el estudio de todos aquellos elementos que son parte de lo urbano –el territorio, las sociedades, el elemento construido, el ambiente, etc. Aunque sea difícil precisar una definición teniendo en cuenta que el urbanismo ha tenido que ir evolucionando a la par de las cambiantes demandas de nuestras sociedades y ciudades, podría decirse que éste es, en corto, una disciplina que conjuga elementos, métodos y técnicas de distintas ciencias para estudiar la formación, transformación y efectos de los asentamientos humanos.
Volviendo al tema venezolano, resulta oportuno hablar de la necesidad del urbanismo en nuestro país. Nuestro error, desde mi punto de vista, no ha sido solamente la dependencia en el petróleo. A medida que las ciudades han ido cobrando importancia mundial, siendo los motores del desarrollo en diferentes partes del mundo, el país todavía carece de una discusión seria acerca del papel de nuestras ciudades. El hecho de que existan ciudades en el mundo que tengan la capacidad de opacar países enteros debería darnos una lección acerca de la importancia de tener claras las escalas a las cuales se están desarrollando los países y las economías en la actualidad. La globalización poco a poco ha ido socavando el sistema imperante de las naciones-estados para poner presión sobre elementos territoriales más delimitados –como las ciudades y las regiones. En términos económicos, el Banco Mundial destaca que Venezuela tiene un PIB (2014) de aproximadamente 510 billones[i] de dólares; esto colocaría nuestro país en la onceava posición del ranking de ciudades Brookings 2014 Global Metro Monitor Map por debajo de Tokio, Nueva York, Chicago, entre otros. Paralelamente, ahora en términos poblacionales, las mismas fuentes tienen a Venezuela con una población de aproximadamente 30.85 millones de habitantes, ubicándose en la tercera posición en comparación con otras ciudades.
En el futuro, se espera que el rol de muchas ciudades, principalmente en los países en vías de desarrollo, siga creciendo; al punto que no debería sorprender a nadie ver a Venezuela seguir cayendo de posición en comparación con las mega-ciudades que se están gestando en la actualidad.
La respuesta ante todo esto, desde mi punto de vista, es la necesidad de generar una discusión acerca de qué tipo de ciudad queremos. Aunque exista diversidad de opiniones relativas a la conducción política del país, creo que todos podemos estar de acuerdo en que hay ciertos elementos que son indispensables para garantizar nuestra calidad de vida. Es decir, creo que es posible construir esa visión de ciudad venezolana ideal de la que cada persona, comunidad o población pueda aferrarse para generar transformaciones duraderas. El verdadero problema de fondo, a mi parecer, es la innegable terquedad del aparataje político para ceder poder a nuestras urbes. A fin de cuentas, cada vez más planes y políticas que se piensan y generan desde las esferas más altas del poder político terminan materializándose en espacios donde lo local tiene poco o nulo poder de intervenir y hacer presión; y cada vez más planes y proyectos que se generan desde lo local fallan por incapacidad técnica, política y económica. No poder capitalizar nuestro potencial urbano es quizás uno de los gravísimos errores políticos que hemos cometido como país, al no reconocer que nuestro capital humano habita en ciudades y que sólo si cultivamos esos espacios es que lograremos tener un país próspero.
La defensa del urbanismo como país, y mía como ciudadano y urbanista, tiene que surgir de una necesidad de tener las mejores ciudades del mundo, puesto que sólo así podremos tener mejor calidad de vida. Esto no es, sin embargo, una solución unitaria, porque la ciudad no es estática y mejorarla representa una lucha constante que no es posible posponer. Esto amerita, en definitiva, la promoción de cambios que puedan ser mantenidos en el tiempo. No podemos seguir cometiendo el error de pensar que hace falta un gran plan para la ciudad para transformarla, porque muchas veces sólo es necesaria una idea. Propuestas como la mejora de barrios, mejorar el transporte público, promover mejores espacios públicos, mejorar los espacios dedicados al peatón, etc., son cosas es que es posible lograr entre todos. Mi defensa del urbanismo es, en conclusión, una defensa de la ciudadanía porque construir ciudad no depende solamente de arquitectos, políticos, geógrafos, ingenieros o urbanistas, sino que depende de todos nosotros, de ciudadanos empoderados.
El potencial de nuestras ciudades para mejorar nuestras vidas es gigantesco, y es por ello que considero a la ciudad como el invento humano más importante de nuestra historia. La suerte de nuestra civilización estará ligada a la suerte que corran nuestras ciudades, por lo que hacerlas más sostenibles, prósperas, compactas, conectadas y humanas es nuestra prioridad. El momento siempre es ahora.
José Manuel Guzmán
Status Quo
13-08-2015
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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