JUAN CARLOS PARISCA PÉREZ
Caracas carece de una autoridad con responsabilidad sobre la planificación urbana, desde la desaparición de la Oficina Municipal de Planeamiento Urbano. Con ello se rompió una tradición que se había iniciado en 1936, con el Plan Monumental para Caracas o Plan Rotival y siguió con el Plano Regulador de Caracas de la Comisión Nacional de Urbanismo, en 1950.
La desaparición del ente planificador de Caracas, en 1990, fue un proceso caracterizado por discrepancias de alto nivel, en un momento en que la globalización se iba imponiendo como estrategia política en muchos ámbitos del Gobierno, apuntando particularmente a rebajar la participación del Estado en todas las esferas de la vida del país. Recuerdo que por aquellos años un connotado ministro de uno de los gobiernos de la cuarta, globalizador por excelencia, decía que la sapiencia de los técnicos era lo único que se necesitaba y era suficiente. Sobraba, pues, la planificación y mucho más el control del uso del suelo.
Sin autoridad
El último plan urbano vinculante de Caracas, fue creado por la OMPU en 1983. O sea que la ciudad tiene un larguísimo período sin autoridad planificadora ni herramienta de control. En el plazo transcurrido desde entonces, ha acaecido un proceso de cambio muy fuerte, y una evolución sustancial en la cantidad y distribución de la población, que a su vez ha llevado a la obsolescencia los planes creados años atrás. Está más que claro que necesitamos recuperar la capacidad planificadora de la capital para abordar con la mayor urgencia la creación de un nuevo plan urbano, que deberá ser formulado atendiendo a los postulados del Plan de la Patria, el cual obliga, por otra parte, a que la planificación sea democrática y comunitaria, que se establezca atendiendo a métodos que garanticen la participación de los ciudadanos de las distintas zonas de la región, en la proposición y la conformación del plan. Menuda tarea que tendrá que concertar además la participación de las comunas, alcaldías, proveedores de servicios públicos, vialidad y transporte, especialistas en mitigación de riesgos. Deberá contar también con el dominio de la más avanzada tecnología y con la capacidad para actualizar las bases jurídicas de la planificación, ahora en una ciudad y un país mucho más complejo que hace cuarenta años, cuando comenzó el estancamiento.
El otro día, cuando afirmé precisamente que llevábamos un largo período de estancamiento urbano, se desató una fuerte polémica que no voy a reasumir. Un amigo, no precisamente del lado de los más airados, me llevó, sin embargo, a la discusión sobre la supuesta libertad de los arquitectos para atacar los problemas del espacio urbano, sin otra obligación que la solución de los aspectos técnicos y la respuesta al carácter simbólico de las obras públicas. Y allí discrepamos. Quien tenga el privilegio de proponer la implantación de objetos urbanos en el espacio público, tiene la obligación de que los mismos tengan valor estético. Eso es así en ésta y en todas las épocas. Y allí entramos en una discusión antiquísima. Que se remonta a los griegos, pasando por todas las civilizaciones que crearon grandes ciudades. Lo supieron en Atenas, lo supieron los aztecas y los romanos. Hasta el sabio Kant metió la cuchara y dejó claro que no era posible hacer arquitectura sin ser competente y culto y sin tener la capacidad necesaria para imprimir a las obras públicas a la vez funcionalidad, simbolismo y belleza.
Urbanizar el cinturón de pobreza
Y aquí tenemos una oportunidad única para proponer soluciones funcionales y bellas: el gran reto es urbanizar el enorme cinturón de pobreza que rodea a nuestra capital. Que aloja miles de viviendas precarias, donde reside más de la mitad de los habitantes urbanos, que van a seguir viviendo allí. Que no se van a mover a ninguna otra parte ni van a dejar que los trasladen, porque, con todo derecho, no lo van a aceptar. Pero no es solamente que los habitantes no quieran moverse. Es que todo el análisis técnico lleva también a que tanto el terreno como el conglomerado humano son los mismos en el problema y en la solución. El área es muy grande y contiene toda clase de inconvenientes, pero para resolverlos tenemos muchas experiencias acumuladas que habrá que poner en juego, porque allí está la gente que ni se va a ir, ni vamos a traer a otros. O sea que ya se sabe cuáles son, tanto el número de viviendas como el espacio que ocupan y ocuparán, y con esto una parte básica de la tarea está resuelta. Está claro, pues, que es allí mismo donde está el principal espacio para asumir la creación de la Caracas del siglo XXI. Ese es el principal objetivo, la primera meta del plan urbano del que carecemos y que tenemos que crear sin más pérdida de tiempo, según decíamos al principio de este artículo.
juan.parisca@sigoweb.com
El Universal
11-11-2014
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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