Las barricadas en la avenida fueron el motivo de queja de motorizados
ELISA VÁSQUEZ
Lomas del Ávila fue el escenario de un enfrentamiento entre vecinos y motorizados que causó zozobra y temor entre los habitantes. La colocación de barricadas en la avenida principal de la urbanización el pasado lunes detonó la molestia de sectores que se oponían, como taxistas y mototaxistas.
Ambos grupos expresaron su molestia a los vecinos por el cierre absoluto del paso. En los días anteriores la protesta solo había reducido los canales, y bajaban de sus apartamentos personas con cacerolas, pero el lunes se radicalizaron. Hasta un carro hecho chatarra atravesaron en la zona conocida como "redoma del progreso".
Durante el día los mototaxistas se habían acercado a conversar con los manifestantes de forma pacífica, según relatan ambos lados de la historia. Los vecinos aseguran que durante el cierre las motos siempre tuvieron paso. Sin embargo, se quejaban por el obstáculo. Hasta las 5:45 p.m. los mototaxistas rondaron la avenida principal y a esa hora se reunieron en el sector La Viga (sentido Mariche), donde se encontraba también un grupo de taxistas y autobuseros molestos -ya que ellos tenían prohibido el paso.
Luego, todos bajaron a la urbanización y movieron los materiales de la barricada sin mediar con quienes los habían colocado (que según los voceros del consejo comunal era un grupo pequeño de personas).
El lanzamiento de una botella de vidrio por parte de un vecino no identificado fue el inicio de una batalla que duró más de dos horas. Nelson Villarreal, de la Federación Motorizada del Estado Mirada, asegura que la ira de los mototaxistas inició con la herida que se le causó a un joven en la cabeza.
Desde ese momento los motorizados comenzaron a arrojar piedras y botellas contra los edificios, y los habitantes hicieron lo mismo desde los apartamentos. El temor aumentó cuando los primeros amenazaron con un arma al vigilante de la calle 12, Rubén Álvaro, a quien le solicitaron impedir el lanzamiento de objetos.
Mientras atacaban, bajaban en sentido Palo Verde. En el edificio Ávila Humboldt pasaron un tiempo. César Barrios, coordinador de seguridad de ese condominio, denuncia que arremetieron sin que se les atacara, y que además robaron a una joven en la puerta. "Había mucha gente llegando del trabajo, y al ver la aglomeración de motorizados se quedaron aquí en la entrada. Después tuvimos que correr cuando cayeron a pedradas y botellazos".
Una vecina de esas torres, Marina Lozano, explica que los motorizados intentaban entrar al estacionamiento, y eso causó que desde los apartamentos se repitiera la acción de lanzar cosas. Más abajo, el mismo grupo arrancó la reja de entrada de un conjunto.
Finalmente se concentraron en la intersección donde se encuentra la parroquia San Rafael Arcángel. La violencia causó que los autobuses y las líneas de taxis se negaran a entrar allí. En una primera barricada al final de Palo Verde, los motorizados rompían vidrios de los autos que pasaran, según cuenta Sonia Arcila. El volumen de personas a pie aumentó, y desde los apartamentos muchos vieron cómo otros motoristas robaban a los peatones.
El padre Quique Alaña abrió la puerta de la casa parroquial a seis personas que buscaban refugio. Salió a hablar con los violentos para mediar en el enfrentamiento y vio cómo secuestraban un camión de recolección de basura. Villarreal alega que fue con la intención de levantar las barricadas.
El padre gritó "Chamo, no hay necesidad de llegar a esta situación. Vamos a hablar", y se abalanzaron contra él tres motorizados y uno lo apuntó con un arma. La gente le gritó: "Es el cura, es el cura", y lo dejaron regresar dentro.
Posteriormente, alguna de las partes en conflicto incendió la maleza que bordea la casa parroquial con una molotov. En el baldío se puede ver una veintena de botellas. El padre Alaña y los refugiados en la parroquia casi se asfixian con el humo por el temor de salir.
La Guardia Nacional visitó la zona por minutos -cuenta una vecina que ve la intersección por su balcón. También lo hizo una patrulla de la Policía de Sucre, pero se iban al ver el nivel de violencia. Los bomberos también intentaron entrar, pero fue a las 9:30 p.m. cuando apagaron las llamas, escoltados por la policía de Sucre.
Todos aseguran haber vivido momentos de horror, pero sobre todo quienes no participaron en los ataques. "Fueron los minutos más largos de mi vida. Yo estaba tranquila en mi casa. Los disparos que oía me hacían pensar que esas balas podían terminar en personas inocentes. No tiene sentido que uno tenga que vivir algo así dentro de su hogar", reclama la vecina Glencys Peñuela, quien escondió a su familia lo más lejos de la calle.
Arcila, junto a otros 40 vecinos, quedaron atrapados cuatro horas en Palo Verde ante la ausencia de transporte público. Asegura que además de los mototaxistas incendiarios, también había algunos que robaban a los transeúntes.
Este martes en la mañana los vecinos reflexionaron en las calles sobre los hechos. Un grupo se encontró en la casa parroquial, donde Nelson Villarreal pidió diálogo a los vecinos, quienes les reclamaron la violencia. Él lo atribuyó a infiltrados y ladrones, pero también denunció la actuación de los residentes. Todos asumieron sus culpas. Con la presencia del padre Alaña convinieron una reunión con todos los factores del enfrentamiento este jueves.
LA IMPUNIDAD INCITA AL RIESGO DE LA AUTODEFENSA
Yorelis Acosta, psicóloga social e investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, asegura que la violencia entre grupos de la sociedad son producto de la poca credibilidad que tienen las personas en la ley y en las instituciones que deben hacerla cumplir. Para Acosta, los síntomas evidencian una situación de anomia, pues el Estado no puede garantizar el cumplimiento de la ley.
En un estudio que realizó sobre 400 estudiantes de Comunicación Social, la psicóloga comprobó que 86% de los individuos no creen en la ley y no se sienten protegidos por ella. "Y eso no es nada nuevo. Cuando una persona pasa años sintiendo que la ley no la protege, pasa a defenderse por si misma, debido a otra gran condición que es la impunidad", indica.
"Mucha gente está pidiendo que se les ayude y proteja, porque en estos momentos pareciera que hay cosas fuera de control. Se formaron grupos que no obedecen ni a la oposición, ni al Gobierno. Hay una gran confusión y la gente tiene la certeza de que la ley no las protege", explica, y agrega que la frustración, la rabia, el descontento y todas las consecuencias de esos sentimientos derivan en enfermedades psicológicas y físicas.
En particular, quienes se abstienen de participar en la violencia -aunque sea por defensa propia-, como sucedió en Lomas del Ávila, son calificados por Acosta como víctimas silentes. "Para el venezolano, el miedo está en las venas y no puede ser esa la emoción que prevalezca en una sociedad. No solo por las consecuencias políticas, sino porque las personas comienzan a tener miedo de ejercer sus derechos. Tenemos años en una situación de anomia, de desorden, de propiciar y estimular la anarquía, y aplicar la ley de manera arbitraria".
La psicóloga cree que ya nadie se siente tranquilo cuando el presidente de la República dice que se aplicará "todo el peso de la ley". Recuerda que los analistas sociales han llamado la atención desde hace años sobre los efectos del estímulo de la violencia desde las altas esferas de poder, del uso del insulto y de la amenaza. "En la historia de Lomas del Ávila se nota que ganó espacio la barbarie sobre la civilidad".
evasquez@eluniversal.com
El Universal
26-02-2014
Recopilado por:
Lic. Henry Medina
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